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El anarquismo como estereotipo de terrorismo

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11.09.2024

Se puede afirmar que el imaginario que las tradiciones conservadoras y reaccionarias proyectan sobre el anarquismo una foto-fija derivada de la forjada en las últimas décadas del siglo XIX. Es la misma foto que suelen difundir en los periódicos, la que se impone entre la gente temerosa; por citar un ejemplo, en 1960 mi santa y atribulada abuelita todavía identificaba la Barcelona de 1960 con las atrocidades que le habían contado de la Semana Trágica.

Ella era una señora totalmente anacrónica, más que las que aparecen en Maribel y la extraña familia, aunque su imaginario no era muy diferente a otras que podemos sentir entre gente mucho más joven y no especialmente derechista, gente que tiende a identificar la II República con “la anarquía”, y a su vez a ésta con la quema de conventos y de iglesias, con todas las venganzas sociales que ocurrieron en la “zona roja”. Resulta un montaje de conveniencia apenas evolucionado que no permite discusión, destinado a demostrar hasta donde puede llevar la trasgresión de la “ley y orden”, a establecer que detrás de cada exigencia social puede esconderse la hidra de la revolución, de la anarquía, y que, en definitiva, no puede existir un anarquismo cargado de razones sino otro, el que justamente queda en manos de la actuación policial.

Por supuesto, esta será la imagen predominante que se ofrecerá en el cine desde sus primeros pasos a través de títulos como, Execution of Czolgost, with Panorama of Auburn Prison (1901), obra de Edwin S. Porter, que pasará a la historia como autor de la primera película norteamericana con guion, asalto y robo a un tren, por lo demás título inaugural del “western”.

Recordemos sin más un detalle: la presencia de José Isbert, en uno de los en los inicios más famosos de la historia del primer cine español, interpretaba al anarquista de Asesinato y entierro de don José de Canalejas (Abelardo Fernández, 1912). Ambos ejemplos son harto ilustrativos y podrían ampliarse sin dificultad con numerosos ejemplos, todos extraídos de la historia del cine, no hay más que ver el apartado de cine franquista con títulos como Mariona Rebull.

De hecho, no es muy diferente la instantánea que se ha ofrecido en otros medios, por ejemplo, no tengo más que ojear algunas portadas de los libros que acompañan este trabajo, o más concretamente, considerar las tramas de buena parte de los títulos que son abordados en estas páginas, la mayoría abordan por historia o por amputación del terrorismo, de historias como la de la “Mano Negra” presuntamente inherente al ideario. El reverso de esta imagen son las persecuciones, encarcelamientos, torturas, exilios y muertes de anarquistas y similares, formando dos estampas opuestas de una lucha que con diversas matizaciones y graduaciones, atravesará la historia social desde los tiempos de la “Commune” de París (1871) hasta el presente.

De ahí que en grandes movilizaciones altermundialistas como Seattle, Barcelona o Génova, las estrategias policíacas han buscado singularmente encontrar la pista de los “anarquistas y violentos”, por lo visto la mejor coartada para aplicar se mostrarían fieles a sus métodos más tradicionales para cortar la yerba bajo los pies de movimientos cuya amplitud y pluralidad abarca todos los colores de las izquierdas, y cuyos medios de lucha buscan ante todo la extensión y el arraigo organizativo, esto es lo que se cuenta en un modesto documental realizado por Jorge Müller al filo sobre el escándalo policíaco montado a raíz de las multitudinarias manifestaciones en Barcelona, la ciudad que fue llamada La Rosa de Fuego, táctica que fue ampliada en mucho mayor grado con ocasión del Forum Social de Génova donde un joven fue asesinado por la policía del cínico Berlusconi que proclamaba que únicamente aceptaría las protestas legalizadas, un tipo cuya divisa bien podría ser: “La ley para quien la paga”. El trasfondo de la cuestión es siempre el mismo: desplazar la protesta social al terreno que resulta más favorables para el Estado, donde éste puede aparecer como defensor de los estropicios sobre personas y propiedades ocasionados por los “extremistas”.

Evidentemente, existió una práctica del terrorismo ligada al anarquismo como parte de una opción vengadora ante la pretensión de impunidad de los poderosos. Conviene dejar claro que la bella idea –asimilada finalmente por lo que antaño fue la socialdemocracia y por ciertos herederos asimilados de lo que fue el comunismo- según la cual los explotados y oprimidos podrían haber conseguido sus justas mejoras, sin prisas, moderadamente, y mediante la negociación y el diálogo pacífico, nos es más que una ilusión, posiblemente la más adecuadas para las películas que abordaban la “cuestión social” y querían llegar al gran público y por lo tanto no tener el menor problema con la censura, so pena que fuese tan “sensible” como la franquista, pero también en Hollywood fueron estrictos en esta cuestión, y........

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