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La consolidación del régimen de guerra global

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12.03.2024

El aspecto más descuidado de las consecuencias del régimen de guerra en las democracias coloniales de Occidente consiste en la eliminación de la vida democrática. La alternativa que se nos ofrece es la complicidad y la obediencia nacional y racial o la proscripción y la criminalización

“Todos estos avances demuestran que Europa ha empezado a comprender la urgencia y la magnitud del reto que tenemos por delante. Pero queda mucho por hacer. Y tenemos que movernos rápido. Puede que la amenaza de guerra no sea inminente, pero no es imposible. No hay que exagerar los riesgos de guerra, pero hay que prepararse para ellos. Y eso empieza por la urgente necesidad de reconstruir, reponer y modernizar las fuerzas armadas de los Estados miembros. Al hacerlo, Europa debe esforzarse por desarrollar y fabricar la próxima generación de capacidades operativas ganadoras de batallas y garantizar que dispone de la cantidad suficiente de material y de la superioridad tecnológica que podamos necesitar en el futuro. Esto significa impulsar nuestra capacidad industrial de defensa en los próximos cinco años”.

Ursula Von der Leyen, 28 de febrero de 2024.

Estas palabras de la presidenta de la Comisión Europea, las bravatas bélicas de Macron del lunes pasado, que le han valido un nuevo ridículo internacional, o el entusiasmo inversor de Nadia Calviño el otro día, apoyando con los cientos de millardos del Banco Europeo de Inversiones la carrera hacia la guerra que, que quede claro, nadie quiere pero ya se sabe: todo nos habla de una consolidación del régimen de guerra, de su hacerse irreversible.

Se gobierna para la guerra, y la guerra sirve de modo de gobierno, de gobernanza de guerra. Esta es la tendencia global cuyos orígenes se pierden en las brumas de la paz armada de la Guerra Fría que, como sabemos, solo fue fría para los países de la OTAN y del Pacto de Varsovia y las dictaduras de España y Portugal, puesto que desplazó el enfrentamiento el resto del mundo, y ello a pesar del esfuerzo del Movimiento de los Países no Alineados nacido de la Conferencia de Bandung en 1955. Pero la tendencia es una abstracción determinada, surgida de la investigación, que nos ayuda a entender las coyunturas concretas, pero que no registra saltos, paradojas y puntos de inflexión. Y en la historia reciente tenemos el principal punto de inflexión en la “guerra contra el terrorismo” lanzada por la administración Bush tras el 11S en 2001. Poco después, la invasión y destrucción de Irak en 2003 abre los surcos en los que se asientan los raíles del tren sin frenos de la guerra ecosistémica en la que vivimos. Sin embargo, y sobre todo si pensamos en las “democracias” europeas y el subsistema de la UE, los años que median entre el Euromaidan y la invasión rusa de Ucrania del 24 de febrero de 2022 son el laboratorio de la irrupción como vector ordenador predominante del régimen de guerra en el subconjunto atlántico y, como consecuencia, en todo el planeta.

La omnipresente lente geopolítica sobre la actualidad es útil y necesaria, pero incapaz de dar cuenta del estado y el devenir del mundo. Se advierte cuando de la descripción empírica de los hechos y el trasfondo histórico de los intereses de los estados, los conflictos y estrategias regionales, se pasa al análisis de las relaciones nacionales y transnacionales de clases, al análisis de los regímenes y sus rasgos capitalistas, patriarcales, coloniales, extractivos. Al hacerlo emerge que la guerra y el régimen de guerra son operaciones del capital, transformaciones de las relaciones entre dominantes y dominados, explotadores y explotados, en el plano mundial y con distintos epicentros, como Gaza, Ucrania, Yemen y el estrecho de Bab el-Mande, el mar del Sur de China, Mesopotamia, el Sahel o la República Democrática del Congo. Para el capitalismo histórico nunca ha habido límites externos, solo obstáculos. Porque sus límites son internos: no puede........

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