Octubre de 1934 y sus lecciones hoy, 90 años después
Hoy (2024) podemos sacar muchas enseñanzas políticas directamente de la Historia Contemporánea porque el proceso histórico se vuelve particularmente rico a raíz de las revoluciones burguesas, de la Revolución de Octubre y de las revoluciones sociales. A partir de aquí podemos estudiar con acopio de fuentes como se dirimieron las luchas antagónicas entre las clases enfrentadas, como unas fracciones de clase sustituyeron a otras, como una clase habló en nombre de la nación cuando actuaba en su propio provecho, como se desarrollaron los aparatos del Estado, como se ganaron y perdieron revoluciones, como se mancillaron los ideales emancipadores y tantas otras cosas. Pero querer aprender no es buscar lo inexistente, el esquema infalible o la receta suprema. Por otra parte, el estudio de la Historia para la militancia marxista no es una cuestión ni de nostalgia ni de erudición sino un ejercicio de conocimiento del pasado con el doble objetivo de aprender del proceso histórico para poder apuntalar en la realidad actual el quehacer de militantes de la izquierda revolucionaria para luchar por un mundo basado en la hermandad entre los pueblos y en la justicia social planetaria.
En octubre se cumplirán 90 años de una serie de insurrecciones obreras, que se dieron por buena parte de la geografía del territorio del Estado español, y de la revolución social en Asturias, el primer intento de conquistar el poder por la clase trabajadora española.
Si en mi libro “Octubre de 1934, insurrecciones y Revolución” y en mi cuaderno “Octubre de 1934 y sus lecciones” hago un relato y un análisis histórico hoy, en este artículo, vamos a esquematizar los hechos y explicitar las lecciones en dos partes: a) lo que hubieran tenido que aprender en ese momento histórico las propias organizaciones y dirigentes del movimiento obrero, y b) lo que tenemos que aprender hoy, a 90 años de los hechos y en nuestra coyuntura concreta. Así, nuestro guion será:
Empecemos formulando otra pregunta para entender el origen del proceso que llevó a Octubre de 1934. La pregunta es, ¿cómo entender que en las segundas elecciones legislativas de la II República, las del 19 de noviembre de 1933, ganaran las derechas, cuyo partido mayoritario, la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), era antirrepublicano y filofascista, y cuando la llegada de la II República el 14 de abril de 1931 se había dado entre la alegría social generalizada, como nos informan las imágenes y la fuentes de la época, y la República había estado gobernada la mayor parte del tiempo por la coalición republicano-socialista nacida en el Pacto de San Sebastián (1930) y refrendada en las elecciones a Cortes Constituyentes del 28 de junio de 1931?
La respuesta hay que buscarla en el proceder del propio gobierno republicano-socialista. Sí, como refleja la Constitución de 1931, el gobierno republicano-socialista pretendía convertir al Estado republicano en un Estado laico (art. 3 y 26-27) ya que la Iglesia tenía mucha fuerza social y formara parte del Aparato Ideológico del régimen monárquico, pretendía descentralizar parcialmente el Estado a través de la concesión de Estatutos a “las regiones autónomas” de Cataluña, País Vasco y Galicia (art. 8-22 y 50), pretendía hacer una Reforma Agraria para darle tierras al campesinado (que no venía reflejada en la Constitución), pretendía sacar una legislación social que protegiese a la clase trabajadora (art. 46), pretendía que los sectores populares pudieran acceder a la enseñanza (art.48), pretendía reformar el Ejército (no venía reflejado en la Constitución). Aparte de las buenas intenciones recogidas en el texto constitucional, que dice en su artículo primero que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase que se organiza en régimen de Libertad y Justicia”, lo que era pura metafísica ya que el texto constitucional no le otorgaba a la clase trabajadora poder alguno, el gran logro del gobierno republicano-socialista estuvo en que la Constitución de 1931 concedió a la mujer el derecho al divorcio (art.43), el derecho al voto (art.36) y el derecho a ser elegida (art.53). Otros méritos ya son más modestos, le otorgó a Cataluña la Autonomía (que no el derecho a la autodeterminación, que no figuraba en la Constitución) y los decretos sobre legislación obrera fueron parches a la descarada explotación que se sometía a la clase trabajadora de la ciudad y del campo.
No estaba en el programa del gobierno republicano-socialista nacionalizar la banca y las grandes empresas pero sí estaba la Reforma Agraria. Pues bien, se aprobó una Reforma Agraria pero esta no tuvo prácticamente ningún impacto social, dicho de otra manera, la inmensa mayoría de los jornaleros siguieron sin tierras. La Reforma Agraria solo tendrá un relativo impacto social muy posteriormente, a raíz de las elecciones del 16 de febrero de 1936 y por la sencilla razón que los campesinos ocuparon directamente tierras. Por otra parte, el gobierno republicano-socialista no solo no depuró el Aparato Represivo del régimen monárquico sino que, además, sacó una “Ley de Defensa de la República” (20, octubre, 1931) que sirvió básicamente para reprimir al movimiento anarcosindicalista, una de las dos grandes fracciones de la clase obrera. Y todo esto cuando en abril de 1931, al advenimiento de la II República, la derecha social estaba desarbolada políticamente ya que no tenía ningún partido de masas mientras que la clase trabajadora tenía un partido de masas, el PSOE, y dos sindicatos de masas, la UGT y la CNT. Dicho de otra manera, el proceder del gobierno republicano-socialista no sólo no fortaleció a la clase trabajadora sino que represalió a una de sus grandes fracciones y le posibilitó a la derecha la construcción de un gran partido de masas, la CEDA.
El terrorismo de Estado ejecutado por las “fuerzas del orden” (guardias civiles y guardias de asalto) en Casas Viejas (Cádiz, 11-12 de enero de 1933) fue la gota que derramó el vaso del proceder represivo del gobierno republicano-socialista. Esta represión marcó un punto y aparte, el descrédito del gobierno republicano-socialista entre una gran parte de la clase trabajadora era un hecho. En este ambiente es cuando se celebran las elecciones generales del 19 de noviembre de 1933 con el hándicap que ahora la derecha ya tenía un partido de masas, la CEDA.
A la coyuntura que se vivía en el Estado español había que sumarle la internacional, que iba a fortalecer el proceder reaccionario de la derecha española, encarnada a nivel de masas, repitámoslo, en la CEDA. La consolidación del Estado fascista en Italia era un hecho ya que hacía once años que el rey Vittorio Emanuele III le había encargado a Mussolini la formación del gobierno (28, octubre, 1922). Pero aún más preocupante era que desde el 30 de enero de 1933 Hitler era Jefe de Gobierno en la República de Weimar y a la altura de noviembre la contrarrevolución nazi se había llevado a cabo ya que el 5 de marzo se dieran las últimas elecciones al Reichstag y el 23 de mayo se prohibieran los sindicatos obreros. Por otra parte, en Austria gobernaba el filofascista Engelbert Dollfuss, que del 12 al 16 de febrero de 1934 hizo........
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