Dossier Octubre de 1934, 90 años después
El 12 de septiembre de 1933 terminaba el gobierno de coalición republicano-socialista liderado por el republicano Manuel Azaña y el socialista Largo Caballero. El líder socialista había perdido ya todas las ilusiones reformistas y ponía fin a la colaboración de clases.
Desde el Pacto de San Sebastián (27, agosto, 1930) el republicanismo había estado al timón político y el socialismo le había dado la cobertura de masas. Con cambios en la jefatura de gobierno, primero Alcalá Zamora y después Manuel Azaña, esta colaboración se venía dando en el gobierno de la República desde su propia instauración, el 14 de abril de 1931.
Ya no era tiempo de reformas, como el propio Largo Caballero decía. Así, el líder socialista se sumaba a la crítica que el conjunto de la izquierda le hacía a la República. Esta no había sido capaz de satisfacer necesidades básicas de la clase trabajadora urbana ni de los jornaleros del campo. Tanto en el medio urbano como en el rural, el gobierno republicano-socialista había utilizado la Ley de Defensa de la Republica para represaliar al movimiento obrero, de la ciudad y del campo, como ponían en evidencia la deportación de anarcosindicalistas y las matanzas de trabajadores y campesinos en, por ejemplo, Arnedo (1932) y Casas Viejas (1933).
La República democrática no había sido capaz de darle un horizonte de esperanza a las clases populares. Sí, había emprendido una serie de medidas democráticas pero no las había llevado a buen puerto. Así, la tan esperada reforma agraria poco menos que se quedó en el papel, la clase trabajadora urbana no veía frenada la explotación a la que era sometida por la burguesía y la estructura no excesivamente centralista del Estado no acababa de consolidarse. Cierto, en la constitución aprobada el 9 de diciembre de 1931 se había convertido en la realidad teórica a la República en un Estado laico, las mujeres podían ejercer por primera vez el sufragio universal y se recogía en su artículo primero que “España es una República democrática de trabajadores de toda clase”. Pero en la realidad práctica la Iglesia seguía siendo el mayor aparato ideológico de la clase dominante, la burguesía y los terratenientes controlaban la producción y las finanzas además de contar con gran parte del aparato jurídico, policial y militar ya que no se había purgado en profundidad a los aparatos del Estado que, en rigor, eran los mismos que en tiempos de Alfonso XIII. De esta forma, no es extraño que los intentos reformadores del gobierno republicano-socialista, por muy bien intencionados que estuviesen, no podían tener el calado que el mismo gobierno quisiese porque el único poder directo que había perdido la clase dominante era el político, que ahora se aprestaba a recuperar.
Al gobierno republicano-socialista le sucedieron dos gobiernos republicanos que no podían traer, por la composición de la cámara y las aspiraciones sociales, la estabilidad. El segundo de ellos simplemente se limitó a convocar elecciones legislativas. A éstas la derecha llegó en lo fundamental unificada bajo el manto de la CEDA, mientras que el PSOE se presentó en solitario sin poder tener el apoyo del conjunto del movimiento obrero al cual en parte había ayudado a reprimir.
Las elecciones legislativas se celebraron el 19 de noviembre de 1933. Votaron 8,7 millones y la abstención, más numerosa que en las pasadas elecciones de 1931, en las que triunfara la coalición republicano-socialista, fue del 32,54% del censo. Ganó la derecha. Se entraba de lleno en una coyuntura política nueva. La derecha, liderada por la CEDA de Gil Robles, no estaba ni por mantener las moderadas reformas que había establecido el gobierno republicano-socialista ni el marco constitucional que había creado la Carta Magna de 1931. Pero la derecha no quería una mera vuelta al pasado sino que su horizonte se centraba en lo que estaba ocurriendo en Europa central, concretamente en Alemania donde Hiltler era canciller desde el 30 de enero de 1933, y en Austria, donde el jefe de gobierno, el filofascista Dollffus, venía de someter a la clase trabajadora por la fuerza de las armas.
Aún en este escenario la derecha optó de momento por formar un gobierno presidido por Lerroux, sin ministros de la CEDA aunque mediatizado por ella. La derecha todavía se preparaba para echarle un pulso a la clase trabajadora. La indecisión de la derecha sólo se puede entender por la fuerza del movimiento obrero que, aunque dividido políticamente, estaba organizado en dos grandes movimientos de masas, el socialista y el anarcosindicalista, además de contar con otras organizaciones menores, las más importantes alrededor del PCE y del BOC e ICE.
Al poco de ganar las elecciones la derecha, el movimiento anarcosindicalista llamó a la insurrección. Esta se desarrolló del 8 al 12 de diciembre en zonas de Aragón, la Rioja y Andalucía. Fue una insurrección exclusivamente generada por el movimiento libertario, sin contar para nada con el resto de las fuerzas políticas del movimiento obrero por lo que fue derrotada con facilidad. Sobre el movimiento anarcosindicalista se volvía a cebar la represión.
La otra gran fracción del movimiento obrero, la socialista, le advirtió al gobierno que de entrar en él ministros de la CEDA llamaría a la insurrección. Sería también su insurrección ya que no contaría tampoco con las otras fracciones del movimiento obrero.
Mientras los otros dos sectores del movimiento obrero, los que se encarnaban en el PCE, por un lado, y en el BOC e ICE, por otro, tenían posiciones políticas encontradas. El PCE estaba claramente subordinado a los dictados de la IC que, en aquellas alturas, estaba absolutamente controlada por la burocracia stalinista que le hacía mantener una posición rígidamente sectaria. EL BOC y la ICE llamaron a la creación del “frente único” a través de la formación de las Alianzas Obreras, constituyendo la primera el 9 de diciembre en aquel año de 1933, coincidiendo prácticamente con el comienzo de la insurrección anarquista.
Ante la división política absoluta del movimiento obrero, el gobierno pudo derrotar dos grandes movilizaciones proletarias: la huelga de Zaragoza, que duró del 28 de marzo al 9 de mayo de 1934, y la huelga de los jornaleros del campo, que se llevó a cabo del 5 al 18 de junio del mismo año. El gobierno no tuvo empacho en declararlas “ilegales” y pudo derrotarlas una tras otra porque la clase trabajadora daba batallas parciales protagonizadas por fracciones políticas diferentes.
La derecha no pudo menos que envalentonarse ante la división política del movimiento obrero y, después de anular una “Ley de contratos de cultivos” promulgada por una Generalitat gobernada por ERC, se aprestó a desafiar por entero a la clase obrera dándole entrada en el gobierno a la CEDA el 4 de octubre de 1934. Era todo un desafío.
Ante tanto fracaso el movimiento obrero había reaccionado parcialmente. Se había conseguido establecer en Asturias una Alianza Obrera entre las dos grandes fracciones de masas del movimiento obrero, PSOE/UGT y CNT/FAI, que también contaba con los minoritarios núcleos del BOC e ICE, y de la que se autoexcluía el PCE que no entrará en la Alianza Obrera asturiana hasta el comienzo de la insurrección. En Cataluña, el BOC y la ICE habían conseguido crear la Alianza Obrera aunque sin la participación de la CNT, lo que la dejaba muy coja ya que la central anarcosindicalista era la que encuadraba a la mayor parte del movimiento obrero en Cataluña. Madrid, donde dominaba el PSOE/UGT, fue el centro desde el cual el movimiento socialista se había puesto a organizar técnicamente la insurrección, pero sin dotarla de programa, para el caso de que se diese entrada a la CEDA en el gobierno.
Si el día 4 de octubre ya estaba formado el nuevo gobierno con tres ministros de la CEDA, el 5 la insurrección de la clase obrera era un hecho. El movimiento obrero, sin un programa claro y con una unidad imperfecta, le plantaba cara a un gobierno que pretendía forzar la fascistización de la República.
La orden de insurrección había partido del Comité Revolucionario que estaba formado exclusivamente por socialistas, miembros del partido, del sindicato y de las juventudes y presidido por Largo Caballero. En Asturias devino en revolución, en Barcelona en insurrección, en Madrid se quedó a medio camino entre insurrección y huelga general, y en otras muchas zonas fue una huelga general con brotes insurreccionales.
Si desde el punto de vista técnico el Comité Revolucionario había organizado bien la insurrección desde el punto de vista político el vacío orientador era la norma. Así, la clase trabajadora no sabía si se movilizaba para desalojar a los ministros cedistas del gobierno o para conquistar el poder. Desde el Estado Mayor de la insurrección no se había dado una consigna política clara y esto era debido a que la dirección socialista no había llamado a la insurrección con el objetivo decidido de conquistar el poder, es más, alguno de sus integrantes tenía la convicción que la postura del PSOE/UGT había sido la de amagarle con una movilización de masas al presidente de la República y al gobierno para que no diesen entrada a ministros de la CEDA.
La carencia de un programa insurreccional claro y la división entre las diferentes fracciones políticas del movimiento obrero va a posibilitar que la clase trabajadora esté en desventaja política ante el gobierno radical-cedista. No obstante, en Galicia hubo huelga general en los centros urbanos y choques armados con la Guardia Civil en localidades como Ferrol y A Coruña. En la zona minera de León y Palencia se dio una decidida insurrección por lo que en Guardo, en el norte de Palencia, se derrotó a la Guardia Civil y se proclamó la “República socialista”. Las cuencas mineras de Río Tinto (Huelva) y Puertollano (Ciudad Real) pararon toda actividad laboral y en la de Linares-La Carolina (Jaén) la Guardia Civil tuvo que desalojar a los trabajadores de la Casa del Pueblo. En el noroeste de Albacete, en Villarobledo, los campesinos se apoderaron por la fuerza de las armas del casino, emblema señorial, y allí le hicieron frente a las fuerzas gubernamentales. En Tauste y Uncastillo, localidades zaragozanas, los trabajadores conquistaron el poder local y resistieron a las fuerzas del gobierno durante dos días. Y así en enésimas localidades, además de huelgas generales en Zaragoza, Murcia, Valencia, Jaén, Córdoba, Sevilla y en otras muchas ciudades y localidades.
La indecisión impedirá en muchas zonas conquistar el poder. Fue, por ejemplo, el caso de Bilbao que a pesar de controlar los trabajadores buena parte de la ría y de mantener huelga general hasta el día 12 no se fue a la conquista del poder por no llegar la orden insurreccional. El gobierno sólo pudo controlar Eibar, donde estaba la mayor fábrica de armas del Estado, cuando envió columnas militares desde Bilbao y Vitoria. Ya al inicio de los hechos el PNV había puesto en conocimiento de la autoridad gubernamental, del gobernador militar de Guipúzcoa, que nada tenía que ver con huelgas e insurrecciones.
En Madrid hay huelga general desde el día 5 al 12 y, además, brotes insurreccionales como pone de manifiesto el ataque que se le hizo al cuartel de la Guardia Civil en Guzmán el Bueno y los intentos de tomar el Ministerio de Gobernación y el cuartel del Regimiento de Infantería número 6. Así mismo, se dieron enfrentamientos armados entre trabajadores y fuerzas gubernamentales por zonas como Atocha, Chamberí o Cuatro Caminos. Aquí, en la capital, estaba instalado el Comité Revolucionario que fue descabezado más por su propia impericia que por el hacer de las fuerzas del gobierno como nos informa el hecho de que el propio Largo Caballero, la cabeza, fuese detenido en su propia casa el día 14.
Barcelona fue el epicentro de lo que ocurrió en Cataluña. Fue la Alianza Obrera la que llamó aquí a la insurrección, en la que no participó directamente la CNT aunque sí lo hicieron militantes anarcosindicalistas. Desde la Generalitat, gobernada por ERC, hubo una postura timorata y una negativa absoluta por parte de Companys a darle armas a la clase trabajadora. Si bien el día 6 proclama el “Estado catalán dentro de la República federal española” es porque las movilizaciones de la clase trabajadora ya habían impuesto la proclamación de la “República catalana” en otras zonas de Cataluña. Tan pronto como el día 7 Companys telefonea al general Batet comunicándole que se rinde porque no tiene la voluntad de hacerle frente al ejército. El gobierno de la Generalitat se entrega en pleno a excepción del conseller de gobernació, Dencás, que huye por las alcantarillas. En Sabadell la Alianza Obrera había tomado el control del Ayuntamiento, el símbolo del poder local, y había proclamado la “República catalana”. En Granollers trabajadores armados sitiaron a 36 guardias civiles que sólo se vieron a salvo el día 8 cuando llegaron tropas del gobierno. En Lleida tropas del ejército tuvieron que conquistar por la fuerza de las armas la comisaría donde se habían atrincherado los trabajadores. El día 7 desembarcó en el puerto de Barcelona una bandera del Tercio y un batallón de Cazadores de África. El 9 de octubre las fuerzas gubernamentales tenían el completo dominio de la situación.
Pero va a ser Asturias el epicentro de todo el movimiento insurreccional. Aquí la clase trabajadora fue en unidad de acción. La Alianza Obrera asturiana estaba compuesta por todas las fracciones políticas de la clase trabajadora, desde las dos grandes fracciones de masas, PSOE/UGT y CNT/FAI, hasta las minoritarias BOC e ICE y el PCE, que se incorporó al iniciarse los hechos. El Comité Revolucionario Provincial va a ser el Estado Mayor de la insurrección asturiana. Insurrección victoriosa que se transforma en revolución social porque la clase trabajadora, a través de sus diversas fracciones políticas, no sólo conquista el poder por la fuerza de las armas sino que empieza a legislar un mundo nuevo, basado en la igualdad social. Dos van a ser los centros emblemáticos de la Revolución asturiana: Mieres y La Felguera.
En Mieres, núcleo socialista, la clase trabajadora toma al asalto el Ayuntamiento, defendido por la Guardia de Asalto, la casa-cuartel de la Guardia Civil y el cuartel de la Guardia de Asalto. Automáticamente se proclama desde el balcón del Ayuntamiento la “República socialista”. Este triunfo militar y político fue posible, además de por la........
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