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¡Sindicatos eran los de antes!

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13.12.2025

Arbeit macht frei” –El trabajo hace libre– podía leerse en la entrada de los campos de trabajos forzados y exterminio erigidos por los nazis en Alemania durante la Segunda Guerra Mundial. Que el trabajo libere, es posible, pero en las condiciones en que se ha venido desarrollando en las sociedades de clase desde hace 10,000 años, no parece. En esos campos de concentración, la frase suena a cruel y cínica burla. El trabajo, en los diversos modos de producción existentes en la historia desde que hay excedente social, y por tanto lucha de clases (modo despótico tributario, esclavista, feudal, capitalista), no libera de nada. Por el contrario, es un yugo, una pesada carga. Por eso se puede decir que es alienado: el trabajador no es dueño del producto de su trabajo.

Si es cierto que “El trabajo es la esencia probatoria del ser humano”, como dijera Marx retomando a Hegel, la forma en que el mismo se viene desarrollando en las sociedades de clase donde la gran masa trabajadora deja su vida para que una minúscula élite se lleve los beneficios, evidencia que estamos ante una injustificable injusticia. De ahí la necesidad de romper esos moldes: ¿hasta cuándo la masa trabajadora laborará solo para quien le roba el producto de su esfuerzo? Así llegamos a la idea de revolución socialista, como paso previo a una sociedad donde podremos ser “productores libres asociados”, no encadenados a un poder explotador, en la que regiría la máxima de “de cada quien según su capacidad, a cada quien según su necesidad” (Marx, 1875).

Para ello, evidentemente, falta mucho, porque las condiciones actuales en que trabaja la amplísima mayoría de la humanidad nos confrontan con un trabajo esclavizante. El o la asalariada, en cualquiera de sus formas –incluyendo allí toda la precariedad a que hoy se asiste– es un esclavo moderno. El sindicalismo fue una vía para atemperar ese nivel de explotación. Y es ese sindicalismo, como núcleo organizado y organizador de la gran masa trabajadora, el posible fermento de ese fabuloso cambio social que podría abrir paso a una sociedad de equidad: el socialismo.

A mediados del siglo XIX en Inglaterra, durante el auge de la Revolución Industrial, surgen y se afianzan los primeros sindicatos, luego expandidos por todo el orbe, para defensa de la clase obrera contra la explotación y la desigualdad imperante, logrando –tras interminables luchas que costaron muertes, dolor, sacrificio– conquistas que hoy son patrimonio del avance civilizatorio mundial: jornadas de trabajo de ocho horas diarias, salario mínimo, vacaciones pagas, cajas jubilatorias, seguros de salud, regímenes de pensiones, seguros de desempleo, derecho de huelga, derechos específicos en el caso de las mujeres trabajadoras atendiendo a su condición de maternidad.

Hacia las últimas décadas del pasado siglo, esos derechos podían ser tomados como puntos de no retorno en el avance humano, tanto como cualquiera de los inventos del mundo moderno: el automóvil, el televisor, el teléfono o la computadora. Pero las cosas cambiaron drásticamente.

Con la caída del bloque soviético, el gran capital se sintió triunfador. En realidad no terminaron la historia ni las ideologías,........

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