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Marxismo e inmigración

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19.12.2024

Marxismo e inmigración

La discusión en torno a la inmigración ha llegado para quedarse. Y, por tanto, cuando hay un debate social de esta magnitud, los marxistas tenemos el deber ineludible de exponer nuestra posición para avanzar en la lucha de clases.

Dicho esto, es importante saber diferenciar cómo analizamos un fenómeno, es decir, la comprensión científica de las causas que lo provocan, de la forma en que orientamos nuestra práctica política para darle una respuesta. Posteriormente, lo desarrollaré, pero antes quisiera hacer un par de consideraciones previas: desconfíe de todas aquellas fuerzas políticas que hablan de inmigración sin hablar de imperialismo y colonialismo. Combate sin miramientos todas aquellas que hablan de los inmigrantes, pero no hablan de cómo organizarse políticamente con ellos.

Estas vulgares consideraciones podríamos utilizarlas para estudiar las posiciones de todo el espectro de fuerzas políticas de la burguesía, las de derechas y las de izquierdas. En el caso de esta breve columna nos centraremos en las de izquierdas –sean o no nacionalistas catalanas–, ya que se ve menos claro porque están equivocadas.

Las podríamos dividir en dos tipos: aquellas que todavía tienen una aproximación progresista, es decir, las que intentan convencer a la sociedad de que los inmigrantes son intrínsecamente buenas personas y deben integrarse, como podría ser ERC, una mayoría de la CUP y los Comunes. Y aquellas que poco a poco van asumiendo el discurso reaccionario de que la inmigración es un problema, que está vinculada a la inseguridad oa la destrucción de la identidad autóctona, como podría ser Al mismo tiempo de Jordi Graupera y Júlia Ojeda, o incluso determinados cargos de la CUP vinculados a su línea más nacionalista. Los primeros hacen una aproximación moral al fenómeno, y por tanto impotente. Los segundos hacen una aproximación política, pero conservadora y contraproducente. En ambos casos, la falta de un análisis propio les empuja a intervenir sin tener muy claras las causas de este fenómeno. Acaban siendo subalternos en las ideas de las fuerzas reaccionarias, que sí tienen un análisis desarrollado, y consecuentemente han tenido la capacidad de imponer un marco político al resto de fuerzas.

Tal y como comentaba más arriba, en lo que se refiere al análisis, nuestra primera tarea es romper el marco de comprensión burgués. Nosotros, comunistas, sabemos que no podemos analizar una tendencia histórica y global buscando las razones y soluciones en un pequeño país sin estado como el nuestro: Cataluña. Nuestra responsabilidad exige tener un punto de vista internacional, superar las visiones que no saben mirar más lejos de la propia nación, no sólo porque son limitadas, sino porque son profundamente estériles.

El nacimiento del capitalismo se caracteriza por una revolución de los medios de producción y transporte, especialmente en el ámbito tecnológico, y por una tendencia a la expansión global. Esta tendencia a la globalización se concreta en determinadas regiones en forma de régimen colonial en las que la burguesía, por medio de la guerra de conquista y la exportación e importación de mercancías a gran escala, obtiene beneficios extraordinarios y un poder de mando nunca visto hasta entonces: estos procesos empujan grandes transformaciones que dejan atrás completamente el feudalismo a otras formas precapitalistas, concretándose en desposesión de tierras, destrucción de la economía local (y, por tanto, creación de dependencia hacia el poder colonial) y migraciones en masa, tanto del campo a las nuevas ciudades, como específicamente hacia la metrópoli. Así, la migración se intensifica como fenómeno masivo entre el nuevo proletariado, e incluso, en los casos más extremos, los desplazamientos de la población se producen bajo criterios esclavistas. Sea cual sea el caso, se consolida una lógica de desplazamiento global de mano de obra, que irá teniendo distintas especificidades regionales o históricas.

Esta constante no ha parado de acelerarse durante el siglo XX y el XXI, y seguirá incrementándose por tres principales razones: en primer lugar, porque la crisis climática hará cada vez menos habitable vastas regiones del planeta; en segundo lugar, porque el reordenamiento imperialista comporta cada vez más guerras y éstas son causa de desplazamientos masivos de la población; en tercer lugar, porque el propio proceso de acumulación de capital necesita una mano de obra devaluada en los principales países capitalistas que no puede ser proporcionada únicamente por el proletariado autóctono. En conclusión, la inmigración no tendrá freno, se acentuará en Occidente, y serán muy ilusos quienes crean que por medio de las políticas de un estado burgués se podrá dar una solución a un fenómeno histórico de alcance mundial.

En Cataluña podemos observar cómo la población ha pasado en veinte años de 6 millones a 8 millones, pero ¿por qué esto debe ser necesariamente malo? ¿Por qué la migración de 2 millones de personas mayoritariamente proletarias en nuestro país –que si hacemos las tareas correctas pueden aumentar el poder de nuestra clase– es una mala noticia? ¿Nuestro objetivo es conservar la Cataluña de Pujol o construir un movimiento proletario de masas en Europa?

Este debate no es nuevo, tal y como explica Chris Ealham en «La lucha por Barcelona» mientras la CNT y la FAI tenían como premisa organizar a todo proletario llegado de Andalucía, Extremadura o Murcia en sindicatos y grupos de acción, la Generalitat de Macià llenaba trenes para organizar deportaciones masivas. También lo podemos ver durante la Transición, en la que el PSUC izaba la bandera «un solo pueblo» con cierto éxito y esto nos lleva a la actualidad a un contexto, en el que los “herederos” políticos del PSUC todavía tienen implantación en el Área metropolitana de Barcelona, ​​por el trabajo realizado con el proletariado castellanohablante, y ERC y la CUP todavía tienen muchas limitaciones para........

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