La ultraderecha miente, pero quienes la votan no lo hacen engañados
El crecimiento electoral de formaciones de extrema derecha en las Elecciones europeas de 9 de junio, francesas de 7 de julio y regionales alemanas (Länder de Turingia y Sajonia) de 31 de agosto, es, en su balance, tan neto como impactante, imposible de ignorar. A lo largo de este tiempo, y en todas las ocasiones, han sido abundantes los análisis que intentan paliar la desazón inevitable de muchos, en los que me cuento, con el argumento -pretendidamente performativo, que busca modificar la realidad mediante su sola enunciación- de que mientras persista el "cordón sanitario" (Brandmauer, "muro de fuego" se le llama en Alemania), las opciones de gobierno o influencia determinante del ultranacionalismo xenófobo y reaccionario continuarán siendo nulas.
En ausencia de mayorías absolutas, la gobernabilidad exige un arco de coalición, de modo que las variantes de la ultraderecha europea se quedarán a las puertas mientras se las excluya por los llamados partidos mainstream (o "tradicionales": cristianodemócratas, populares, liberales, socialdemócratas, socialistas, verdes o izquierda radical).
Las preguntas que suscita esta interpretación tranquilizadora tras cada avance electoral son, sin embargo, tan imperiosas como acuciantes: ¿Qué explica, en primer lugar, el ascenso de un discurso inflamado de resentimiento y cargado de rechazo a las reglas de convivencia e integración del pluralismo que creíamos asentadas? Además de cerrarles el paso con coaliciones alternativas a las que esas fuerzas ambiciones, ¿hay alguna idea útil para invertir la tendencia a votar desde la rabia, el odio, la explotación del miedo o del abierto........
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