El Perú guarda silencio mientras sus decisiones ya están siendo leídas en Washington, en La Habana y en Caracas como señales claras. No por discursos, sino por hechos verificables. Está la expulsión del exembajador cubano “Gallo” Zamora por interferencia política, la firme postura respecto al uso del asilo para evadir responsabilidades judiciales y, más recientemente, el homenaje oficial del Estado peruano a María Corina Machado por su Premio Nobel de la Paz 2025, en reconocimiento a su labor en defensa de la democracia venezolana y el apoyo a la transición política que Perú respalda. Además, el canciller Hugo de Zela ha destacado que la alianza estratégica con EE. UU. está posicionando hoy a Perú como un aliado confiable en seguridad y defensa. El problema no es el rumbo tomado, sino la falta de una narrativa clara que lo proclame y justifique como una política estatal.
El contexto internacional hace insostenible mantener una postura ambigua. Con Trump nuevamente en la Casa Blanca, EE. UU. ha reactivado una lógica conocida, hoy expresada como la “paz mediante la........

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