Ha estado recorriendo por estos días cualquier polvoriento camino de Judea. Sabe que está en las vísperas y tiene miedo. Sin embargo, se dará tiempo para mirar la puesta del sol y entusiasmarse con sus tonalidades y perspectivas. No es un héroe ni pretende serlo. Es, simplemente, un hombre que tiene una misión pero que a la vez quiere estar en comunión con el universo y con la vida.
Hoy, que es miércoles, recordará borrosamente su nacimiento, hace treinta y tres años. Se repetirá que como nació forastero su destino es no tener casa: del establo, al taller, a la ciudad, a la muerte, al sepulcro de un amigo. Sabrá que en adelante será especialmente el niño Dios de los peregrinos, de los exiliados, de los migrantes pero sin dejar de serlo para todos, porque todos somos desterrados del Paraíso. De su pueblo (que es tan pobre e insignificante) han dicho los sabios y........

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