La jornada electoral se cerró con una participación récord, superior al 85 %, confirmando el impacto del voto obligatorio y la inscripción automática. Kast con un 58% de los sufragios, logró capitalizar el voto conservador y buena parte del electorado que en primera vuelta apoyó a otros candidatos de derecha y populistas, como Franco Parisi, mientras Jeannette Jara, representante de Unidad por Chile, se tuvo que conformar con el 42% y no consiguió ampliar su base más allá del núcleo progresista.

El mapa político que emerge en Chile es complejo. La Cámara de Diputados elegida en noviembre quedó fragmentada, con la derecha (con un protagonismo creciente de las formaciones de ultraderecha) sumando 76 diputados frente a 64 del bloque de centroizquierda y 14 del Partido de la Gente (populista), que se convierte en árbitro legislativo. En el Senado, la derecha alcanza 25 escaños, mientras Unidad por Chile (centroizquierda) consigue 20, los verdes y regionalistas obtuvieron 3, añadiendo dos independientes que completan su composición. Así la gobernabilidad será sinónimo de negociación permanente, tras no haber mayorías claras.

El triunfo de Kast se produce en un país que vive tensiones sociales profundas, con cinco datos que explican la polarización existente: el desempleo se sitúa en 8,4 %, con leve mejora, pero persistencia de brechas de género; la inflación anual se mantiene en 3,4%; el PIB mostró una contracción en el último trimestre de este año del -0,1 %, pese a una proyección de crecimiento anual de 2,4 % según la OCDE; la pobreza alcanza el 22,3 %, revelando graves carencias sociales estructurales; y el salario mínimo, aunque subió a 529.000 pesos chilenos, sigue siendo........

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