Vomitar encima de la literatura catalana
Hace pocos días, mientras daba mi paseo anual por la Fira del Llibre d'Ocasió Antic i Modern, me pillaran unas ganas de mear tremendas. Inmediatamente, entré en un bar para pedir un Vichy e ir al lavabo, pero justo entonces recibí por WhatsApp un artículo del profesor Jordi Llovet que me cortó el rollo. De repente, a medida que iba leyendo el texto, desgraciadamente aquel inodoro con perfume de nubes de algodón se transformó, más bien, en el típico poly klyn de Festa Major, sucio y desagradable, en el cual alguien ha hechado una vomitona. En Catalunya tenemos el problema que llamamos Fira del Llibre Vell a aquello que se tendría que llamar Feria del Libro Vivo, que confundimos la Setmana del Llibre en Català en la Semana de la Literatura Catalana y, sobre todo, que a veces abrimos un suplemento digital de cultura y nos encontramos la pota -quizás él preferiría decir émesis- de un catedrático de Teoría de la Literatura.
Más que un texto escrito por una eminencia académica, el artículo me pareció un ejercicio de boomerisme prémium en el cual un señor parece no aceptar la época en la cual vivimos. Solo así se entiende que Llovet afirme, atención, que la culpa de que nuestras letras pasen por un mal momento es de los independentistas, de las tendencias woke, del feminismo, de los narradores antitabaco, de las novelas que idealizan la montaña carlista, de los libros que radiografían la violencia machista y de los animalistas que no irán a ver ni borrachos de vino la nueva película de Albert Serra. Ah, sí, y por si no fuera suficiente, evidentemente también de Joaquim Molas, al cel sia, y de sus discípulos que han pervertido los estudios literarios y han inoculado a los pocos filólogos que hay en el país una cosa terrible: que la literatura, entre muchas otras cosas, sirve también para testimoniar los latidos de un momento concreto de la Historia.
¿Es posible que........
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