En Francia la gente sabe a quién vota y aquí, no
Una mayoría de franceses se han decantado por opciones de derecha, sea extrema, moderada o centrista, pero la victoria se la han llevado las izquierdas, que han obtenido un mayor número de escaños en la Asamblea Nacional. Esto, que podría interpretarse como un absurdo democrático, no lo es porque en Francia por encima de los partidos están las personas, los candidatos y, sobre todo, los ciudadanos, que son los que tienen siempre la última palabra para decidir quién prefieren que los represente.
El partido de extrema derecha Rassemblement National (RN) de Marine LePen ha perdido contra todo pronóstico las elecciones francesas, a pesar de haber sido el más votado, con 8,8 millones de votos, a los que podría añadirse el millón y medio de votos de Les Républicans de Éric Ciotti, dispuesto a hacer frente común con los lepenistas. Jordan Bardella, el candidato a primer ministro del RN, hizo poca autocrítica, pero admitió que se había equivocado eligiendo a candidatos de distrito que no daban la talla. Es decir que no pocos candidatos lepenistas generaban tanto rechazo que los electores contrarios, fueran de izquierdas, del partido Ensemble (ENS) del presidente Macron o de cualquier otra formación política, ejercieron su derecho de veto al que no querían en modo alguno que representara a su distrito, que también es una manera de expresar la voluntad popular. La cuestión es cómo se traduce el voto popular en representantes o, dicho de otra forma, que los electores puedan dar apoyo a este diputado o al menos puedan decir que a este no lo quiero.
Cambiando de país, cinco veces en la historia de Estados Unidos ha sido elegido presidente el candidato que ha tenido menos votos, los dos últimos, George W. Bush y Donald Trump. Y el problema viene determinado porque a diferencia de lo que ocurre con los senadores y los congresistas, la gente no vota al candidato a presidente, sino que elige a........
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