La venganza de Jordi Pujol
Hará cosa de pocos días, la mayoría de la élite convergente que se puso de perfil cuando Jordi Pujol escenificó un aparente suicidio político (confesando la famosa deja andorrana durante los momentos álgidos del procés) se reunió en Castellterçol, patria de Enric Prat de la Riba, para rendir homenaje al Molt Honorable 126. Era gracioso ver a Artur Mas, Xavier Trias, Felip Puig y el jefe de bedeles Josep Rull —quien glosó la figura de Pujol como "padre de la nación catalana moderna"—, todos encantadísimos de estar al lado de un líder a quien hace diez años negaron el pan y la sal, dejándolo sin oficina y la mayoría de los privilegios de un expresident. Pujol se puso cómodo, no solo porque ahora toque resucitar el espíritu de Convergència con ocasión de su medio siglo de existencia, sino porque la venganza es un plato que hay que servir bien congelado y, de eso de dominar los tempi de la cosa política, Pujol siempre ha sido un gran maestro.
Pujol se ha movido muy poco durante toda su vida y ha tenido suficiente con aprovechar las mentiras del procés para volver del país de los cadáveres de la cosa pública con........
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