Errejón y la sociedad enferma
Desde el exilio de Íñigo Errejón, forzado por el rumor de agresiones sexuales, España hace días que se ejercita en uno de sus deportes predilectos; la lapidación pública inmisericorde. El antiguo colíder de Sumar se había colocado la mar de bien, porque los individuos que reparten misa bajo la norma evangélica de asaltar los cielos tendrían que esperar toneladas de reprimenda ética cuando lo único que acaban de asaltar son las nalgas de una señora. Los amigos de Yolanda Díaz también han ayudado bastante, pues responder a la mancha moral de una de sus primeras espadas enunciando que promoverán cursillos de prevención sobre violencia sexual (obligatorios para todos los hombres de su formación) es una respuesta digna de la Santa Madre. El ensañamiento durará unas semanas, ya que nuestra sociedad enferma se ceba con ganas cuando puede encontrar un chivo expiatorio de sus contradicciones y de sus propios hábitos.
Íñigo Errejón forma parte de una generación política (la mía, aclaro de entrada) especialmente indisociable de su relación con la corporalidad y el sexo. El líder ahora repudiado de Sumar es el paradigma perfecto de aquella quinta que se había definido como "la más........
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