¿De qué ha servido?
La aparición de Carles Puigdemont en Arc de Triomf ha sido el último (y desesperado) intento de matizar la derrota electoral del president 130 contra Salvador Illa el pasado 12-M, con la consecuente pérdida de la mayoría absoluta independentista en el Parlament. Puigdemont sabía que no podría acceder a la cámara catalana e imaginó una performance escapista para eclipsar mediáticamente la investidura. Lo consiguió, aunque, hecha la cabriola, la inercia de la autonomía ha empezado a correr sin freno y Puigdemont ya solo puede compartir la gesta con su gatito de Waterloo. La máquina de chantaje convergente, que pretendía culpar a Esquerra de la posible detención del Molt Honorable, también se ha desvanecido rápidamente, porque todo el mundo (que no sea un creyente cegado) sabía que a Puigdemont lo habrían amnistiado pocos meses después y que solo pisó el territorio para marear la perdiz. Si todo acabara aquí, su jugada no tendría mucho más recorrido.
El problema es que, con su egotismo oceánico y falta de responsabilidad, Puigdemont ha puesto el foco en los Mossos con una dosis de bilis inaceptable. Joan Ignasi Elena y sus mandos no se lucieron, porque dejar escapar a una persona que tienes a pocos metros de distancia resulta una pifia........
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