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Talegón

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06.10.2024

Los tiempos de la Santa Inquisición no quedan tan lejos como nos gustaría. Debe ser que lo llevamos en los genes, porque en lo que se viene llamando España, siempre ha habido gusto por perseguir, machacar y eliminar a los que no comulguen con lo que se manda. En un principio, el Tribunal de la Santa Inquisición se suponía que solamente tenía autoridad para ajusticiar a los bautizados. Pero pronto se extendió su poder para aplicar sus sentencias a cualquier pobre alma de cántaro que estuviera sometido al poder del reino.

Y las cacerías se convirtieron en norma. Los moros, los judíos, los blasfemos, las brujas y herejes recibían la ira y el odio como divino castigo. Denunciarles suponía identificarse en el lado de los “buenos”, salvando así el alma de la purga inquisitorial. Una forma de actuar que hemos mantenido a lo largo de los siglos. Cultivando ese don tan provinciano del aparentar por lo que otros puedan........

© ElNacional.cat


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