Qué dicha, como decía mi suegra Cecilia. Gabo está otra vez en las primeras páginas y en los noticieros de televisión, primero por su bella historia de amor de ‘En agosto nos vemos’, y después por el battage publicitario que Netflix ha desatado presentando un improbable Macondo, que más bien se parece a Lorica.

El chasco de Netflix me recordó una ocasión que viví con Gabito en Roma: estaba yo trabajando con Sergio Leone y Robert de Niro en el filme ‘Érase una vez en América’, y Gabo estaba en el almacén de Ferragamo para retirar sus famosísimos botines de 500 dólares. Mientras yo estaba entrando en la oficina de Sergio cargado con fotos de casting de los gánsteres menores, en el interfono anuncian “Llamada para Salvo en la línea 1, el señor Márquez”.

Naturalmente di un brinco y todas las fotos cayeron en el escritorio del director, que cuando supo que era Gabo me hizo señas de invitarlo a comer, y así lo hice y adivine qué me contestó Gabito: “Déjame preguntarle a Mercedes”.

Y con el permiso de la Gaba organizamos una comida a la cual todo cinecitta quería asistir, pero los afortunados fuimos De Niro, Leone, Dalila di Lázaro, los Gabos y una pareja de venezolanos amigos.

En esta Torre de Babel parece que nos entendíamos todos: De Niro en su italiano mafioso, Sergio en su acento western, y Gabo, que chapuceaba también el italiano.

A un cierto punto Leone le preguntó a Gabo cuándo estaría libre para trabajar en el guion de ‘Cien años de soledad’, que él tenía intención de comprarle a la Carmen Barcel, pero Gabo en perfecto italiano le dijo a Sergio que ‘Cien años...’ no se iba a filmar mientras él estuviera vivo.

Aunque el japonés ya está anunciando la realización, la atmósfera se puso helada, pero afortunadamente llegó otro amigo de Gabo acompañado de la leyenda del boxeo Mohamed Ali, campeón mundial de peso máximo, que sirvió para borrar el aire gélido, y enseguida pasamos a las fotos.

He hablado de un chasco de Netflix, pero no soy yo, es el mismo Nobel que así describe a Macondo: “Macondo era entonces una aldea de veinte casas de barro y caña brava, construidas a la orilla de un río de aguas diáfanas que se precipitaban por un lecho de piedras pulidas blancas y enormes como huevos prehistóricos”.

Cuándo aprenderán los directores y los productores que los libros de Gabo son la versión literaria de guiones cinematográficos, y que no hay mucho qué inventar, ya que todo lo ha inventado el autor Premio Nobel, Gabriel García Márquez.