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Sin vecinos no hay destino

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friday

Cartagena vive un momento crucial. El Centro Histórico, orgullo de la ciudad y vitrina ante el mundo, se ha convertido en escenario de un turismo que crece sin pausa; pero mientras las terrazas se llenan y las plazas vibran, algo esencial se está apagando: la vida cotidiana de los barrios. Getsemaní es el ejemplo más claro, pero no el único. Cada año, menos vecinos logran permanecer. Cada año la ciudad corre el riesgo de volverse un lugar hermoso... y vacío.

A lo largo de esta serie de columnas he insistido en un punto: la habitabilidad no es un capricho ni un deseo romántico. Es la condición mínima para que Cartagena siga siendo un destino turístico competitivo, auténtico y sostenible. Cuando un barrio pierde a su gente, pierde su alma. Y un destino sin alma se convierte en un producto........

© El Universal