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El estudio de Igualdad sobre trata alienta el control y el estigma hacia las trabajadoras sexuales

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25.11.2024

Este artículo es una propuesta de debate, una conversación en torno al uso de mecanismos de control social contra las trabajadoras sexuales por parte de organismos públicos, organizaciones no gubernamentales y una parte de la sociedad vinculada a las anteriores de manera estructural. Entiéndase dentro de dicha estructura lo material, lo simbólico, lo intelectual; un mapa de pertenencia socioeconómico que articula el discurso de quienes apuestan por la abolición de la ‘prostitución’. Del otro lado, históricamente desligadas de esas estructuras de poder político, económico, simbólico, estructural, están las trabajadoras sexuales y esa otra parte de la sociedad que defiende una postura proderechos en aras de las garantías laborales mínimas que tanto los feminismos como la lucha de clases nos haría exigir para cualquier trabajadora o trabajador.

En el contexto del 25N, es necesario reflexionar públicamente sobre estos mecanismos de control social de corte patriarcal y racista que oprimen a las trabajadoras sexuales. Consultada al respecto, la activista Kenia García, portavoz del Colectivo de Prostitutas de Sevilla y Regularización Ya, critica un sistema de persecución ejecutado mediante ordenanzas municipales, la aplicación de la Ley Mordaza, redadas en clubes por parte de las Brigadas Provinciales de Extranjería y dificultad de acceso a los procesos de denuncia policial derivada de la estigmatización de las trabajadoras sexuales por parte del Estado a través de sus propias campañas de “sensibilización” y sus políticas punitivas.

En el capítulo titulado “Misericordia, higienismo, urbanismo y civismo”, de su libro Matar al Chino, un magnífico análisis en clave urbanística en torno a la destrucción planificada del barrio del Raval en Barcelona, Miquel Fernández González propone la siguiente reflexión: “Por culturas de control (Garland, 2005) se entienden las prácticas y los mecanismos institucionales destinados a la fiscalización de la población. (…) Estas culturas de control y fiscalización de los habitantes del Raval se han llevado a cabo buscando su bienestar, aunque esto haya comportado la represión, encierro y expulsión de parte de sus habitantes, así como la destrucción de calles, viviendas y plazas. Esta destrucción creadora (Sánchez de Juan, 2000) ha comportado, además, la desaparición de la memoria colectiva del barrio, así como su cultura, sus formas de pensar y actuar, y las diferentes estrategias para enfrentarse a la contingencia, procurarse la subsistencia, el asueto o el ocio”. La tesis que Fernández desarrolla en los capítulos siguientes, convenientemente resumida en la contraportada del libro, es que las formas de vida que proliferaron, y proliferan, en barrios como el Raval, “población obrera, pobreza estructural, trabajadoras sexuales, pobres, putas, anarquistas y mariconas” suponen una afrenta para los pánicos sociales y morales de la burguesía barcelonesa.

La referencia resulta pertinente, ya que el trabajo de Fernández trae a colación la importancia de los colectivos de trabajadoras sexuales que, entre otros, han mantenido el barrio, en tanto que analogía de la sociedad y lo común, como bastión frente al avance homogeneizador de las políticas de control social del capitalismo, tanto conservador como pretendidamente socialista. Como declaraban las integrantes de Afemtras en un evento reciente sobre las políticas y programas en torno a la prostitución y........

© El Salto


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