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Parimos consumidores: Navidad, Pikler, Montessori y la captura capitalista de lo subversivo

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@bea_merchan

@kaosmonomarental

El pasado miércoles, en medio de mi caos de vida como monomarental y trabajadora precaria me surgió un hueco de aproximadamente una hora para desayunar. En lugar de sentarme tranquila, decidí emplearlo en pasarme por Aldi, a ver qué maravillas de juguetes de madera habían traído esta vez. Porque cada miércoles son cosas diferentes, no se renuevan, y así no dejas de ir miércoles tras miércoles durante todo el mes de diciembre —y parte de noviembre—, no vaya a ser que te pierdas algo imprescindible para el desarrollo de tu criatura y te conviertas, sin saber muy bien cómo, en la peor madre del mundo.

Entré toda dispuesta, cogí un carro y empecé a cargarlo con la naturalidad de quien ya ha normalizado este ritual. Entre otras cosas, metí un “tatami Montessori” que valía 25 euros. Os juro que ahora lo pienso y no comprendo cómo pude aceptar que una colchoneta fuera Montessori y, encima, estar a punto de comprarlo.

Por inspiración divina —o por un resto de lucidez—, una vez en la caja me rajé. Salí del Aldi con las manos vacías y una pregunta incómoda rondándome la cabeza: ¿Cuándo me he comido por completo este cuento clasemediero?

Hubo un tiempo —no tan lejano— en el que hablar de aprendizaje autónomo o de materiales no invasivos aplicados a la crianza era salirse del carril, no era lo común, no era lo hegemónico y no era, desde luego, lo que te vendían en los supermercados y centros comerciales. Eran prácticas que muchas familias sostenían con más intuición que recursos, con más tiempo que dinero, con materiales reciclados, hechos a mano o directamente inexistentes. Era más una forma de estar con las criaturas que una lista de objetos.

Después, las clases medias-altas entraron al carro consumiendo este tipo de materiales que lejos de elaborarlos ellos mismos costaban cantidades ingentes de dinero. Hoy, sin embargo, basta con darse una vuelta por un súper para encontrarlo todo: triángulos Pikler de madera, torres de aprendizaje, juguetes “Montessori-inspired”, mesas de experimentación, estanterías a la altura de la criatura. Todo puesto “a cascoporro”, listo para........

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