Cobardía paralizante y otros demonios
Y entonces nos quejamos de que este país va peor que nunca. Que hay un señor elegido presidente en Palacio que está gobernando a punta de decretos -vulnerando las instituciones-, que la economía está en riesgo, que ya no se puede salir tranquilo ni a un restaurante porque el hampa se tomó la ciudad, que mejor vámonos por avión porque las carreteras otra vez están muy peligrosas, que el mercado está carísimo, que los congresistas son unos mercanchifles, que los partidos son peores, que no hay liderazgo, que la política da asco.
¿Pero, qué es la política? ¿Acaso la política no es si no la vida de lo público, de los ciudadanos viviendo la ciudad?, ¿La vida de la polis que, según Aristóteles, supone el único ámbito posible del desarrollo del ser humano, el único marco posible de superación de desafíos que garantiza con la construcción colectiva el bienestar común?
Pues si esa es la política, queda claro que es uno de los asuntos más importantes de nuestra cotidianidad, algo que debería incumbirnos a todos.
¿Cómo no vamos a involucrarnos en decisiones de las que dependen nuestro presente, nuestro futuro, el de nuestros hijos y de este país que tanto nos ha dado y al que tanto le hemos dado? ¿Es que acaso no nos ha costado........
© El Nuevo Siglo Bogotá
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