Sin ciencias no hay conciencia: la cárcel de la libertad y la incertidumbre de la seguridad
Las influencias de figuras e intereses ultraconservadores han abierto grietas para que el negacionismo socave el consenso científico no solo más clásico sino que también el de las ciencias sociales, poniendo en jaque avances colectivos que son vitales para nuestra supervivencia y vida en sociedad.
En la era de la posverdad, donde la propaganda vertiginosa ha usurpado el imaginario de la realidad, las decisiones individuales, muchas veces guiadas más por el miedo que por la razón y el sentido común, trazan el destino colectivo. En este escenario se vuelve imperativo revisar algunos de los pilares de nuestra vida en sociedad –libertad, desarrollo y seguridad– y preguntarnos: ¿qué fundamento queda cuando la conciencia pública se ve minada por un negacionismo rampante que, cual niebla tóxica, se expande desafiando incluso el consenso científico más básico?
En tiempos de profundos virajes políticos, la incertidumbre y el temor se han instalado como pan de cada día en los millones de hogares de nuestro país. Ante este panorama duro de roer, es crucial que nos preguntemos si estamos pensando un presente y edificando un futuro sobre bases sólidas o, por el contrario, respaldando meras fantasías ególatras que consciente o inconscientemente hacen vista gorda a evidencias irrefutables.
Estas fantasías que se atreven a manosear descaradamente el concepto de libertad, deformándolo en una peligrosa cárcel de doble estándar, donde por una parte, se glorifica y defiende a ultranza una libertad económica, entendida como un mercado sin límites donde el capital pareciera que puede fluir por generación espontánea sin restricciones ni interacciones. Y por otra parte, esa misma bandera de libertad........





















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