Los dos extremos del debate migratorio chileno: del buenismo a la expulsión masiva
Hace falta más de una columna para recopilar todos los tuits, declaraciones y proyectos de ley con que buena parte de la izquierda trató la migración como un fenómeno puramente moral, casi celebratorio, donde cualquier reparo era tachado de xenofobia. Bajo la premisa de que “todos somos parte de una misma humanidad”, promovieron una política sin fronteras ni límites, convencidos de que la llegada masiva de extranjeros solo traería riqueza cultural. Era una mirada cómoda para quien observa desde lejos e irresponsable en sus efectos. Hoy, ante las consecuencias, se lavan las manos (tema que daría para otra columna).
Esa aproximación intentó simplificar, mediante el lenguaje universal de derechos, un desafío intrínsecamente complejo. Como advierte Pierre Manent, el ciudadano concreto es reemplazado por una humanidad abstracta que exige derechos sin considerar ninguna condición. Las preguntas sobre qué puede un país, qué soportan sus instituciones, con qué recursos cuenta o qué tensiones sociales emergen, dejaron de formularse. Sólo importaba qué derecho está en juego. Así ocurrió en Chile:........





















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