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El fuego carnavalesco | Columna de Orlando Araújo
Aunque ya no lo parezca, en algún momento del pasado, el carnaval fue una suerte de espectáculo sincrético de naturaleza ritual. Una plaza sin escenario ni división en actores y espectadores. Un fenómeno potente y complejo en el que no se contempla ni se representa, sino que se vive, según sus leyes particulares. En otros términos, un mundo al revés, donde se vive una vida carnavalesca, desviada de su curso «normal». Una vida en la que las leyes, prohibiciones y limitaciones que determinan el curso y el orden de la vida normal se cancelan.
El joven García Márquez, en un texto periodístico de 1950 titulado «El derecho a volverse loco», sostiene que, después de vivir todo un año bajo la lupa inquisidora........
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