Serpientes y pájaros
Nadie había mencionado las manos. Dijeron que una foto del plano frontal se usaría para ilustrar un texto que escribí. Cuando la editora dijo: “Muéstrame tus manos”, reaccioné con recelo. ¿Mis manos? ¿Para qué necesitaba ver mis manos? Dijo que quería fotografiarlas porque le parecían hermosas. ¿Hermosas? ¿Mis manos? Acepté a regañadientes y no volví a pensar en el asunto. Un año más tarde, después de un conversatorio en una feria, una mujer del público se despidió de mí diciendo que le gustaba cómo movía las manos al hablar. “Las mueves como pájaros”.
En ambas ocasiones tuve una reacción emocional activada desde la memoria. Mi cerebro, y concretamente esa pequeña parte del cerebro que se llama la amígdala, podría estar confrontando los elogios que recibía con un hecho del pasado que me insinuaba que no era merecedora de ellos. Empecé a seguir la línea de........
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