A pesar de todo
Sugerí que entráramos en el cine. La sala de un cine es buen lugar para atenuar los síntomas de un disgusto. Te empeñaste en ver la nueva de Wim Wenders. Ya la había visto, pero me hice la loca. Pensándolo bien, no parece mala idea que nuestra conversación fuera un cuadro de locura estacional. Un corrientazo en las vértebras. Dijiste: “Se me acabaron las pendejadas”. También dijiste que el especialista habló de una disminución de esperanza de vida. Tu vida.
“¿Este tipo se va a pasar toda la película haciendo lo mismo?”. Estuve a punto de delatarme. Iba a decirte que debías prestar atención a los interludios. Quizá sea el propósito de Wenders. Transmitir esa experiencia de cotidianidad que se repite y se repite hasta que…
Me anticipé en silencio a las escenas que estaban por venir. Mirándote de reojo sin que te dieras cuenta, como si acabara de conocerte. El miedo a perder las cosas nos hace verlas........
© El Espectador
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