Teología e hipertensión
Héctor Abad, ateo probado en tierra, aire, mar y Ucrania, le dijo un día a la revista Arcadia que él respetaba a los creyentes porque su mamá creía en Dios. No, Héctor, la mamá se respeta por ser la mamá, no porque ella escuche voces o vea cosas. Con esa tierna declaración, Héctor demostró que, como pensador, es buen hijo.
Yo finjo que respeto a los creyentes pero en realidad les temo. Cuando me quedo en sus casas duermo con un ojo abierto: ¡algunos se creen Abraham y de pronto me ven cara de Isaac! Les envidio su Bach, sus vitrales, su teoterapia, bálsamo divino, pero hasta ahí. Los compadezco porque son de malas para pensar: es imposible creer en Dios y razonar bien. Creer y pensar son operaciones excluyentes porque el pensamiento se nutre de la duda, antónimo del dogma... pero entonces, ¿cómo han resuelto el nudo los genios piadosos? Fácil: en cuanto salen de la iglesia se........
© El Espectador
visit website