De las chanclas al tacón puntilla
Nadie en su sano juicio niega la grandeza del amor, la fuerza que genera, los heroísmos que incuba, los paraísos de la piel, esas cosquillas en el alma… Hasta un putañero como Cioran se descubre ante esa magia: «El amor es tan fuerte que ha sobrevivido al romanticismo y al bidet».
También hay escépticos, claro. Quizá el más notable es Arthur Schopenhauer, que veía en el amor una trampa de la naturaleza, un ardid suyo para procurar la conservación de la especie. Cuando admiramos unos senos firmes, unas caderas vibrátiles, ojos que parecen noches líquidas –decía el filósofo– creemos ir en pos del objeto del deseo pero en realidad es la voluntad de la especie la que está eligiendo una hembra con el biotipo adecuado para la reproducción. No elegimos amante, elegimos madre para nuestros hijos. «Por eso el matrimonio está condenado al fracaso, porque no tiene como fin la generación presente........
© El Espectador
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