INDIFERENCIA GLOBAL ANTE EL SUFRIMIENTO
Uriel Escobar Barrios
El mundo atraviesa una paradoja inquietante: mientras aumentan los conflictos, los desastres climáticos y el número de personas en situaciones extremas, la voluntad global de ayudar parece disminuir. El último informe de la Organización de Naciones Unidas (ONU), publicado el 8 de diciembre de 2025 y asociado a su campaña humanitaria para 2026, es una llamada urgente de atención. Según el reporte, para 2025 se solicitaron 45.000 millones de dólares con el objetivo de atender emergencias, pero solo se recaudaron 12.000 millones. Es decir, ni siquiera un tercio de lo necesario. Y a este déficit se suma otro desafío alarmante: el incremento de la brutalidad y los ataques contra trabajadores humanitarios, lo que limita aún más la capacidad de llegar a quienes lo necesitan. Esta combinación —menos recursos y más violencia— revela un fenómeno profundo que supera lo económico y lo operativo: una creciente apatía global ante el sufrimiento humano. Y vale la pena preguntarse, desde la psicología individual y desde la dinámica social, qué explica esta tendencia.
Diversos estudios en psicología social muestran que los individuos tienden a desconectarse emocionalmente cuando el volumen del sufrimiento ajeno supera su capacidad de procesamiento. Es el llamado “adormecimiento psíquico” o “fatiga por compasión”. El cerebro humano está preparado para reaccionar con empatía frente a rostros cercanos, historias concretas y tragedias individuales; pero cuando el sufrimiento se convierte en cifras masivas —millones desplazados, miles asesinados, números y más........





















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