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Cuando la advertencia se ignora y el desastre llega

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16.12.2025

Santa Cruz vuelve a llorar. Lo hace con ese silencio espeso que deja la tragedia cuando el agua arrasa casas, caminos y certezas; cuando la cifra fría de fallecidos y desaparecidos se convierte en nombres propios, en familias que esperan, en noches de vigilia e incertidumbre. Las inundaciones en El Torno, Colpa Bélgica, Yapacaní y Porongo no son solo un desastre natural: son, ante todo, una tragedia humana. Y frente a la muerte, la desaparición y el dolor, cualquier análisis debe comenzar recordando lo esencial: la vida es el valor supremo. Su pérdida, cuando pudo haberse evitado en alguna medida, interpela a toda la sociedad, pero sobre todo al Estado.


Porque este luto no cayó del cielo. La crecida de los ríos, las lluvias intensas y los desbordes no son fenómenos desconocidos ni imprevisibles. Son parte de una geografía y de un clima que exigen planificación, inversión y prevención permanente. Cada persona fallecida y cada desaparecido recuerdan que la ausencia de acciones oportunas convierte los riesgos en catástrofes y la naturaleza en sentencia.


Por eso, hoy no basta la compasión ni los........

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