Cara a cara
Las subvenciones que desangran al Estado. El país encara, una vez más, el límite de su propio espejismo fiscal. La pelea por el pan de batalla —un alimento que hoy cuesta 50 centavos gracias a una subvención que supera los Bs 1.000 millones al año— amenaza con convertirse en la madre de las batallas. Mientras panificadores y Gobierno discuten quién tiene razón, el dato incómodo es otro: Bolivia lleva más de una década sosteniendo precios artificiales que ya no puede financiar sin comprometer su propia estabilidad.
La subvención a los hidrocarburos es el ejemplo perfecto de esa carga estructural.........





















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