A medida que los años 90 se desenvolvían, marcando el surgimiento de la era de la computadora personal, los procesadores Pentium de Intel tomaba el escenario principal, dejando su inconfundible marca en cada computadora con el lema “Intel Inside”. En medio de este dominio, AMD emergió como un formidable rival, desencadenando una feroz batalla que daría forma al destino de la informática personal y las CPUs.
En esta era, los veteranos de la industria Chris Malachowsky y Curtis Priem, cargados de experiencia por su tiempo en Sun Microsystems, se unieron a Jensen Huang. Sentados en la atmósfera de una cafetería Dennys, el trío se aventuró a explorar un territorio inexplorado: el reino de las unidades de procesamiento gráfico (GPU) de alto rendimiento. En un mercado donde las GPU estaban mayormente en manos de ingenieros, diseñadores y una incipiente industria del juego, su audaz visión se equilibraba en la delgada línea entre una innovación revolucionaria y una oscuridad incierta. Francamente, parecía no haber mercado para una desviación tan radical.
En 1993, Wilf Corrigan, el orquestador detrás de LSI Logic respaldada por Sequoia, facilitó una reunión entre el fundador de Sequoia, Don Valentine, y Jensen Huang. Al dejar los confines seguros de LSI Logic, Huang aspiraba a crear una empresa centrada únicamente en tarjetas gráficas 3D diseñadas para el ámbito del juego.
Después de una conversación con Huang, Valentine, a pesar de sus reservas, concedió: “eso no estuvo muy bien. Pero Wilf insiste en que te demos dinero, así que en contra de mi mejor juicio, voy a financiarte. Pero recuerda esto: si lo pierdes, te mataré”.
Poco imaginaban este trío y Valentine el espíritu de una era donde los jóvenes anhelaban las computadoras no solo para las tareas mundanas de la oficina, sino para la emocionante euforia del juego. En el gran esquema de las cosas, la industria de los juegos, parecía sostener la llave secreta: las GPU.
La saga de NVIDIA se desarrolló en medio de un telón de fondos de fracasos: la NV1 enfrentó una decepción comercial, y la empresa a punto de obsolescencia. Sin embargo, de la supervivencia surgió la Riva 128 y el acuerdo con Xbox, una maniobra estratégica que lanzó a NVIDIA al centro de atención.
Sin embargo, el éxito lanzó su hechizo encantador. Reconociendo la atracción, Jensen Huang desvió audazmente la trayectoria de NVIDIA desde los paisajes visuales de la gráfica hacia las aguas inexploradas de machine learning y la inteligencia artificial. El giro de NVIDIA hacia la inteligencia artificial no fue simplemente un cambio tecnológico; fue un juramento a un propósito más elevado. La empresa abrazó las sombras de lo desconocido, mostrando una rara mezcla de audacia y previsión al reescribir la narrativa de la informática. La Ley de Huang, un manifiesto autoimpuesto, se convirtió en la estrella guía mientras NVIDIA se precipitaba hacia un ritmo acelerado de cómputo. Los avances en chips, sistemas y algoritmos se fusionaron en una sinfonía que desafiaba las armonías de la sabiduría convencional, dando paso a una nueva era.
Más allá de los confines del juego, la resonancia de NVIDIA se extendió a los santuarios de datos, nubes que resonaban con susurros computacionales y los sagrarios de avances científicos. La destreza tecnológica de la empresa, similar a la libélula, trascendió los estrechos callejones de sus orígenes, transformándose en una fuerza transformativa en el tapiz siempre cambiante de la informática.
En esta dinámica odisea, desde las GPU de juego hasta los pioneros de la inteligencia artificial, NVIDIA no se presenta solo como una entidad que se adapta al cambio, sino como arquitectos que forjan activamente la trayectoria del progreso tecnológico. Esta narrativa, similar al desciframiento críptico de un misterio fascinante, posiciona a NVIDIA no solo como artesanos de GPU, sino como pioneros de un futuro donde la inteligencia artificial transmuta nuestra comprensión misma de la informática.
El Código Secreto de NVIDIA
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06.02.2024
A medida que los años 90 se desenvolvían, marcando el surgimiento de la era de la computadora personal, los procesadores Pentium de Intel tomaba el escenario principal, dejando su inconfundible marca en cada computadora con el lema “Intel Inside”. En medio de este dominio, AMD emergió como un formidable rival, desencadenando una feroz batalla que daría forma al destino de la informática personal y las CPUs.
En esta era, los veteranos de la industria Chris Malachowsky y Curtis Priem, cargados de experiencia por su tiempo en Sun Microsystems, se unieron a Jensen Huang. Sentados en la atmósfera de una cafetería Dennys, el trío se aventuró a explorar un territorio inexplorado: el reino de las unidades de procesamiento gráfico (GPU) de alto rendimiento. En un mercado donde las GPU estaban mayormente en manos de ingenieros, diseñadores y una incipiente industria del juego, su audaz visión se equilibraba en la delgada línea entre una innovación revolucionaria y una oscuridad incierta.........
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