Pilita Clark

El fin de semana pasado pasé una hora leyendo sobre los cinco políticos del Partido Conservador que han sido propuestos para reemplazar a su problemático líder, Rishi Sunak. Los favoritos varían, dependiendo de si consideras la opinión de una agencia de apuestas como Ladbrokes o a los favoritos de los comentaristas políticos veteranos de Westminster.

Pero sobresalen tres nombres: Kemi Badenoch, Penny Mordaunt y Suella Braverman.

Todas son mujeres, lo que plantea una pregunta en la que no había pensado desde hace mucho tiempo. Casi 20 años después de que se identificó por primera vez el llamado acantilado de cristal, ¿el problema sigue siendo tan grave como siempre? Hay indicios de que así es, lo cual dice mucho sobre una de las teorías más exasperantes y curiosas de la vida corporativa moderna.

“Es más probable que las mujeres rompan el techo de cristal y alcancen un puesto importante cuando las cosas van mal, la probabilidad de fracaso es mayor y los hombres no están interesados en asumir el cargo”.

El acantilado de cristal describe el fenómeno mediante el cual es más probable que las mujeres rompan el techo de cristal y alcancen un puesto importante durante períodos cuando las cosas van mal, la probabilidad de fracaso es mayor y los hombres no están interesados en asumir el cargo.

Primer caso: dirigir el partido Conservador dividido, rebelde e impopular del Reino Unido. Pero el término surgió originalmente del mundo de los negocios, de una manera que resulta instructiva para cualquier periodista financiero.

En 2003, The Times de Londres publicó un informe en la portada de su sección de negocios que cuestionaba la conveniencia de incluir mujeres en las juntas directivas. Dijo que el comportamiento del precio de las acciones de las grandes empresas del Reino Unido “que se niegan a adoptar la medida políticamente correcta de instalar mujeres en los consejos de administración” era mejor que el de “aquellas que promueven activamente la igualdad sexual en los niveles más altos”.

El artículo impulsó a dos científicos sociales de la Universidad de Exeter, Michelle Ryan y Alexander Haslam, a examinar más de cerca los datos. Su estudio de 2005 contaba una historia diferente: las mujeres tendían a ser nombradas en empresas que ya habían tenido un desempeño deficiente, lo que dejaba al nuevo líder tambaleándose en lo que los investigadores llamaron un acantilado de cristal.

Otros académicos detectaron el abismo en la política y el derecho. Algunos descubrieron que también se aplicaba a los directores ejecutivos de minorías raciales y étnicas.

Pero en 2024, ¿seguramente debe haber señales de que el problema está desapareciendo? No según Ryan y Haslam.

“Recientemente completamos un análisis de todos los estudios realizados sobre el acantilado de cristal y no hay evidencia de que el fenómeno se esté desacelerando”, me dijo Ryan la semana pasada. “De hecho, podemos ver una serie de ejemplos de alto perfil de nombramientos en acantilados de cristal en este momento”.

Ella tiene razón. Cuando Linda Yaccarino fue nombrada directora ejecutiva de X el año pasado, asumió una empresa con una fuerza laboral desmantelada, descendientes ingresos por publicidad en EEUU y un propietario errático, Elon Musk, que había tuiteado que estaba buscando un director ejecutivo “lo suficientemente tonto como para aceptar el trabajo”.

En Australia, Vanessa Hudson se convirtió recientemente en la primera mujer directora ejecutiva de Qantas, conforme la aerolínea se tambaleaba por una serie de controversias.

En el Reino Unido se han designado mujeres para una serie de altos puestos en un sector hídrico cargado de deudas que enfrenta duras críticas por derrames de aguas residuales y aumento de las tarifas.

Sin embargo, el Reino Unido también muestra que el acantilado de cristal no tiene que equivaler a la muerte profesional. Cuando Kate Swann se convirtió en directora ejecutiva del grupo WHSmith en 2003, se consideraba que el minorista tenía un rendimiento cada vez menor y estaba rodeado de competidores peligrosos.

Swann pronto fue elogiada como una “artista del cambio” que revivió el desempeño de la empresa. Permaneció allí durante una década y pasó a dirigir SSP, el minorista de alimentos donde, en 2018, el precio de las acciones cayó un 7% después de que ella reveló sus planes de dimitir.

La historia de Swann subraya un tema central en “The Glass Cliff” (El acantilado de cristal), un nuevo libro que analiza cómo abordar el problema.

Su autora, la exgerente de Netflix Sophie Williams, sostiene que las mujeres que dirigen empresas complicadas necesitan suficiente tiempo en el trabajo para hacer lo que hay que hacer, algo que a menudo no obtienen. De hecho, cifras recientes muestran que las directoras ejecutivas de las empresas Fortune 500 permanecen en el cargo un promedio de 4.5 años, en comparación con los 7.2 años de los hombres, una brecha que apenas se ha reducido desde 2014.

Todo esto arroja una luz aleccionadora sobre algunas buenas noticias que surgieron la semana pasada. Las mujeres ocupan ahora un récord del 42% de los puestos en las juntas directivas de las mayores empresas que cotizan en bolsa del Reino Unido, informó el FTSE Women Leaders Review, respaldado por el gobierno.

La directora ejecutiva de la revisión, Denise Wilson, dice que esto sugiere que el problema del acantilado de cristal podría haber retrocedido, hasta cierto punto. Las mujeres líderes todavía están sujetas a un nivel de “hiperescrutinio” que los hombres rara vez enfrentan, me dijo. “Así que terminas con el mismo tipo de problema que el acantilado de cristal”.

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¿Por qué las mujeres siguen siendo lanzadas al acantilado de cristal?

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11.03.2024

Pilita Clark

El fin de semana pasado pasé una hora leyendo sobre los cinco políticos del Partido Conservador que han sido propuestos para reemplazar a su problemático líder, Rishi Sunak. Los favoritos varían, dependiendo de si consideras la opinión de una agencia de apuestas como Ladbrokes o a los favoritos de los comentaristas políticos veteranos de Westminster.

Pero sobresalen tres nombres: Kemi Badenoch, Penny Mordaunt y Suella Braverman.

Todas son mujeres, lo que plantea una pregunta en la que no había pensado desde hace mucho tiempo. Casi 20 años después de que se identificó por primera vez el llamado acantilado de cristal, ¿el problema sigue siendo tan grave como siempre? Hay indicios de que así es, lo cual dice mucho sobre una de las teorías más exasperantes y curiosas de la vida corporativa moderna.

“Es más probable que las mujeres rompan el techo de cristal y alcancen un puesto importante cuando las cosas van mal, la probabilidad de fracaso es mayor y los hombres no están interesados en asumir el cargo”.

El acantilado de cristal describe el fenómeno mediante el cual es más probable que las mujeres rompan el techo de cristal y alcancen un puesto importante durante períodos cuando las cosas van mal, la probabilidad de fracaso es mayor y los hombres no están interesados en asumir el cargo.

Primer caso: dirigir el partido Conservador dividido, rebelde e impopular del Reino........

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