Jerez y Alfonso García Orellana: de tal palo, tal astilla
Traigo a colación -siempre Jerez intramuros- la talla académica de quien obtuviese un doctorado a la temprana edad de veintiún años y -sin darse pote ni macerar ínfulas de maestro Liendres- fuese -andando de puntillas el tiempo- miembro de la Reales Academias Española; Real Academia de la Historia; Real Academia de Bellas Artes de San Fernando; Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales; Academia Brasileña de Letras Unión Iberoamericana; Real Academia Gallega; Real Academia Nacional de Medicina o Real Academia de Medicina de Cataluña.
Me refiero -evitando gastar pólvora en salvas y ahíto de aparcar los honorables méritos de nuestro ilustre médico internista- a la figura -hijo de gaditana- Gregorio Marañón. Precursor de la endocrinología y quien, jamás bogando a la deriva, taquigrafió en negro sobre blanco -a modo de prólogo de su celebérrimo libro ‘Ensayos liberales’- que “ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo y, segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que, al contrario, son los medios los que justifican el fin.
El liberalismo es, pues, una conducta y, por lo tanto, es mucho más que una política”. Estas aseveraciones son sancta sanctorum y no timo de la estampita. En la escritura de Marañón se........
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