Jerez: en el fallecimiento de un histórico mayordomo del Huerto
La Semana Santa, según la universal concepción andaluza, es barroca por los cuatro costados de su canastilla que avanza de costero a costero. Pura metáfora del gozo. Y, por ende, voluta conceptual de claroscuros. Intenso realismo y magno contraste de luces y sombras. Como un Caravaggio a las andaluzas maneras. Con sus trazos de adaptabilidad de generación en generación. Como un Rembrandt en el anticipo del lienzo donde el supremo conocimiento de la iconografía clásica ya atisba la tragedia de una escenografía capaz de conmover a propios y extraños. La Semana Santa es contraste, como una ronda de dualidades. Manual de ritos prohibidos para neófitos. Entre la párvula iniciación y el testamentario legado. Niño que germina a la existencia y herencia de los hermanos difuntos. Inicio de cruz de guía y término de la pregunta que dibuja en el aire los brazos -signos de interrogación- de un candelabro de cola. Manos de biberones de un bebé ya revestido de nazarenito y manos arrugadas que alzan los cirios del último tramo del cortejo de la Virgen…
Silencio y corneta, blanco y negro, nietos y abuelas… Aquí nada es permisible ni permutable por todo. En tanto coexiste un canon no escrito que dicta el modo de hacer las cosas y las variantes del sentido de la medida. De ahí que desentonen tantísimo los........
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