De Jerez (a los escenarios de España) y el Alzheimer basado en hechos reales
Forillo negro durante la práctica totalidad de la obra. La utilería, modesta. El atrezo tendente al minimalismo. Que ningún mobiliario adquiera mayor protagonismo del estrictamente necesario. La atención de masas precisa focalización. No distracción. Aquí el arte mete en cintura a quienes sientan las posaderas en las localidades. Coexiste una abisal compenetración a través de la cuarta pared. El escenario no admite la pantalla doble. La decoración de un hogar antaño vitalista hoy se permuta en potencialidad -a veces crepuscular- de memoria que mengua o en cambios del estado de ánimo que -de modo gradual- avanza a pasos agigantados. El apuntador -etéreo- es el reflejo de la realidad. Porque esta obra sí está basada -al dedillo, paso a paso, sorbo a sorbo- en hechos reales. Todo sucede entre las bambalinas de una familia anónima e innominada. Como así ocurre, intramuros, a miles de españoles. A millones de europeos. A sabrá usted cuántas personas que pueblan el Planeta Tierra. Ahora nos encontramos en un aforo localizado. Las baterías de las líneas de luces proyectan un estratégico juego de penumbras, de claroscuros, de altibajos lumínicos como trasunto de los picos emocionales cuya intensidad -como un obús de realidad, como un zarandeo terapéutico, como una determinista llamada de atención- recibe el público. No ha escaseado -público me........
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