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El ego del vocero y la estrategia de comunicación

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18.12.2025

La historia de la gestión de crisis y la construcción de reputación está plagada de líderes que, con la mejor de las intenciones y el peor de los resultados, confundieron la experiencia ejecutiva con la competencia comunicacional.

La comunicación en la era de la inmediatez digital no es un talento personal que se improvisa; es casi una ciencia de alto riesgo que requiere de un aliado estratégico, el asesor de comunicación y su equipo de trabajo. 

El teórico de la comunicación James E. Grunig, profesor emérito del Departamento de Comunicación de la Universidad de Maryland, en su modelo de excelencia, argumenta que la función estratégica de la comunicación es esencial; un vocero que ignora el feedback no puede alcanzar la simetría necesaria con su público, perpetuando el conflicto y exhibiendo sus debilidades. 

El líder que es exitoso en su campo (finanzas, política, arte,) a menudo sufre del "síndrome del yo lo sé todo" en la esfera pública. 

Creen que su autoridad o su carisma natural, de tenerlas, son suficientes para navegar en la complejidad mediática. 

En consecuencia, devalúan al asesor de comunicación, considerándolo un simple proveedor de slides o un corrector de gramática.

El asesor es visto como un implementador de órdenes ("Dile a la prensa esto", “Mándales esta foto”), no como un detector de riesgos o un arquitecto de mensajes. 

Se le despoja de su rol estratégico, que es el de anticipar las reacciones del ecosistema mediático y guiar la toma de decisiones. 

La función principal de un buen asesor es ser un filtro externo y crítico. 

Es quien puede señalar, sin el sesgo del ego, si un mensaje es percibido como arrogante, si ignora el contexto social o si simplemente es incomprensible para la audiencia masiva. 

Cuando el líder desestima esta voz, anula el único mecanismo de retroalimentación........

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