Migración, mirarse en el espejo
Escuchaba el otro día al paleoantropólogo Juan Luis Arsuaga decir que la especie humana es la única capaz de reconocerse y cuestionarse sobre su propia existencia. Los animales son capaces de percibir, sentir, identificar, pero no de sentirse reconocidos. Puestos ante un espejo, no saben que la imagen que ven es la de ellos mismos. Sin embargo, las personas sí sentimos esa curiosidad de saber cómo somos y cómo nos contemplan los demás. Es como, si por un momento, abandonáramos la visión subjetiva que nos dan nuestros ojos e hiciéramos un análisis introspectivo de quien mira, es decir de uno mismo.
Pero esa reflexión de quien se siente corresponsable e integrante de la realidad exterior muchas veces flaquea, y el ser humano tiende a pensar que los problemas o las causas que las provocan las generan otros, no uno mismo. Tal es el caso, por poner un ejemplo reciente, del denominado fenómeno de “turismofobia” o aversión al turismo por la destrucción de la normalidad y la pérdida de la calidad de vida local provocada por la masificación y las costumbres de ocio generadas por los visitantes.
Pensamos que la “culpa” del deterioro de la calidad de vida tradicional siempre es de los demás. De los turistas que “invaden” nuestro entorno. Pero nos olvidamos de que turistas somos todos. Todos, de una manera u otra, practicamos el turismo. Salimos, viajamos -aunque sea a un destino próximo- y con nuestra conducta también perturbamos la vida de otros.
Otro ejemplo palmario de esa vocación de traspasar responsabilidades a los demás se da en la inmigración. Los “migrantes” son los que llegan de fuera y se instalan entre nosotros. Ellos tienen la “culpa” de casi todo. De “quitarnos” el trabajo, de “tratar de imponer” sus costumbres, sus ritos, sus religiones. De la delincuencia. De la inseguridad. Son “invasores” de nuestro territorio de confort.
Miramos hacia fuera sin querer percibir que, en un momento o en otro, todos hemos sido migrantes. Hijos de migrantes. Nativos en tierra distinta, en lengua diferente, en arraigo trasplantado.
No hay nadie genuino. Todos somos mezcla de un crisol de........
© Deia
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