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Comerse a las mascotas

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14.09.2024

Ahora, todo el mundo tiene un perro. Se ha convertido en una costumbre social. Basta salir a la calle para encontrarse con gente paseando a su can. Animales de todo tipo. Grandes, pequeños, de raza, feos, peligrosos, etc. La mayoría los lleva atados, pero siempre hay irrespetuosos a quienes les da igual que su chucho se acerque, olisquee o ladre a su antojo. La falta de educación no es del can sino de quien lo pasea desatendiendo las mínimas dosis de civismo. Por no hablar de los excrementos que algunos dejan a su paso. Bien sea en el asfalto o en los jardines, que, dicho sea de paso, muchos dueños de perros creen estar diseñados para que sus mascotas defequen cómodamente y sus deposiciones queden allí a modo de abono natural para el verde. ¡Marranos!

Sí, casi hay más perros que niños. Y ese dato nos revela el cambio social que estamos viviendo. Procrear es una responsabilidad que muchas personas, legítimamente, no quieren asumir. Por distintas razones -económicas, emocionales, etc-. Y la soledad voluntariamente buscada se palia con una mascota que, en muchos casos, hace el papel de complemento familiar.

En ese rol, los perros ocupan un papel destacado. No en vano, siempre se ha dicho que este animal es “el mejor amigo del hombre”. Un colega libertario que en su día tuvo una movida con las autoridades no lo piensa así. Para él, su mejor amigo es un gato. “Puedes estar seguro de que un gato -suele decir con sorna- nunca delatará dónde escondes la marihuana. Un perro sí”.

En mi casa nunca hemos sido de mascotas. Bueno, si exceptuamos los canarios y jilgueros que, desde que tengo memoria, han estado presentes con sus cánticos en la vivienda familiar. Los pájaros eran parte de la prole. Iban y venía de vacaciones con nosotros, se les aseaba a diario y mi padre les daba de comer fuera de las jaulas revoloteando por toda la casa. Hasta que un descuido dejó una ventana abierta y las aves volaron hacia la libertad.

No sé si se puede considerar mascota a un conejo que, en un verano, nos regaló un vecino -Juanelo-. Durante días cuidamos de aquel gazapo limpiando su caja y dándole de comer. Al animal le gustaban........

© Deia


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