Elegir modelos, mucho más que un impulso mediático
Prácticamente la totalidad de análisis publicados apuntan a que 2024 se enfrentará a múltiples desafíos y hechos relevantes entre los que se destaca, de una u otra manera, una significativa celebración de procesos electorales que supondrán la entrada y configuración de nuevos gobiernos a lo largo del mundo, dando por sentado que, más allá del impacto directo que generen en sus diferentes países, afectarán, en función de sus resultados, al ya de por sí complejo tablero geopolítico, a la vez que un potencial deterioro democrático o, al menos, la reconsideración de su ejercicio ante el aparente creciente reclamo de una participación más directa, comprometida y continua en la toma de decisiones, el control de los elegidos y las principales líneas estratégicas y políticas públicas de sus gobiernos.
Con este contexto de fondo, más allá de elecciones singulares de máximo interés, país a país, se destacan las elecciones presidenciales en los Estados Unidos de América, previstas para el próximo noviembre, que parecerían impactar de manera trascendente en nuestras vidas y proyectos personales, profesionales e incluso políticos. Hoy no hay analista que no sitúe dichas elecciones como foco en el ya complejo tablero internacional, impregnado no ya de múltiples conflictos y mortales decisiones, sino de imprevisibles consecuencias de todo tipo, soluciones o no a una tensionada y potencial crisis económica y, por supuesto, al rol que como jugador de primer nivel pudiera o no desempeñar los Estados Unidos. Así, hoy más que nunca, el “chascarrillo popular” que sugiere que en dichas elecciones deberíamos votar todos, estadounidenses o no, con “mayor relevancia que lo que decidamos en casa”, parecería revestir cierta consideración. No es de extrañar que estemos pendientes y preocupados del proceso que apunta a elegir, en principio, entre dos candidatos y modelos distintos: el expresidente Donald Trump y el actual presidente Joe Biden. Panorama difícil de entender para un espectador externo a quien resulta imposible ver un expresidente con tal cantidad de procesos judiciales abiertos (sobre todo, con el “asalto e incitación al Congreso para impedir o alterar la nueva presidencia democráticamente elegida”). Con un Congreso y Senado totalmente enfrentados, el presidente Joe Biden parecería situado en bajísimas cuotas de popularidad, transmitiendo escaso atractivo para las futuras generaciones de americanos que pudieran mostrar cansancio, hartazgo y desafección como si su futuro no estaría condicionado por diferentes........
© Deia
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