Cuando la ley conculca derechos
fUGADO de la justicia o fugado de la injusticia? En qué quedamos. Ocurre que mucha gente que es crítica con el autoexilio de Carles Puigdemont reconoce al mismo tiempo que algunos jueces prevarican y en consecuencia no son de fiar. Tremenda confusión.
Al mismo tiempo, se focaliza la atención en la persona de Puigdemont, cuando debería hacerse en los jueces que niegan la aplicación de la amnistía, desobedeciendo a la autoridad del poder legislativo.
Lo cierto es que este asunto tiene un olor a vieja política, a esa que no entiende de división de poderes.
Lo digo claramente, entiendo y comprendo que Puigdemont se haya marchado a Bélgica y dejado al juez y a los jueces que le persiguen con la puerta en las narices y las ganas de meterle mano. ¿Por qué tendría que colaborar con quienes fabrican querellas de la nada para encarcelarlo? La persecución del procés ha invertido los términos de los procesos judiciales. En lugar de ser los que acusan quienes deben presentar pruebas, cosa que no hacen, se les exige a los investigados que prueben su inocencia. El mundo al revés. Poco más o menos se le exige a Puigdemont que demuestre que no es agente ruso.
En realidad, lo que está haciendo Puigdemont es desobediencia civil. Una acción que implica la violación de una ley considerada injusta por quien no la acata y actúa de forma pacífica con el fin de lograr apoyos en la ciudadanía y la clase política para derogarla. John Rawls definió la desobediencia como un “acto público no violento, consciente y político, contrario a la ley, cometido habitualmente con el propósito de ocasionar un cambio en la ley o en los programas de gobierno”. Y añade estas palabras:” Su finalidad es generar una reflexión colectiva capaz de tumbar la ley injusta, concienciando a los ciudadanos sobre el mal que provoca e invitándoles a movilizarse para acabar con ella”. A lo largo de la historia la desobediencia civil ha estado........
© Deia
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