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¿Para qué estudiar?

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24.11.2025

Nadie me lo pidió, nadie me lo exigió, y de cualquier forma fui una y otra vez a las libretas y los libros. Se trata de una clara referencia al contexto familiar, porque desde la escuela siempre hubo encomiendas al estilo de Tareas, Seminarios y Trabajos prácticos. Cualquier detalle de esos era para disfrutar, tanto así, que aunque nadie me convocó a cosa igual, terminé siendo monitor en asignaturas, líder en Casa de estudios y enviado a concursos más allá de la escuela.

Mi escuelita primaria lleva el nombre de Esteban Aguilar Fajardo, uno de esos luchadores casi anónimos que tejió nexos con la comunidad donde se erigió la institución. “Pozo Blanco”, así escribíamos antes de la fecha, en los primeros renglones de las clases del día. Todo estaba articulado: historia y ansias de futuro para crecer al interior del consejo popular Bungo-La Venta, en Contramaestre, Santiago de Cuba.

Y allí mismo, a más de diez kilómetros de la cabecera municipal, permanecían a los cuatro puntos cardinales instituciones con régimen interno para Secundaria Básica, Preuniversitario, Enseñanza Técnica-Profesional y Pedagógico. La región era un bastión educacional que acogía incluso a adolescentes y jóvenes de toda la provincia. Aquello de las escuelas en el campo era para admirar; e incluso hoy se ve con cariño y nostalgia, un tanto por lo fue y otro tanto por lo que es (tema que nos invita a otra larga historia).

El caso es que ya en la secundaria, esos vínculos del estudio y el trabajo en el campo, la esperada visita de la familia los fines de semana y el regreso a la casa por pocos días una vez al mes, nos forjó........

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