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La crisis de las bolitas, o la vuelta a las andadas

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10.01.2024

En cualquier análisis de las consecuencias de la marea negra ocasionada por el petrolero Prestige en noviembre de 2002, en caliente en su día o en frío con ocasión de un aniversario redondo, la última pregunta era: ¿qué pasaría si volviese a darse una situación similar? Colecciono varias respuestas. Desde la difunta Loyola de Palacio, que me largó un apasionado relatorio de las medidas cautelares que la UE iba a poner en marcha, hasta las de marineros que habían luchado contra el chapapote por mar y tierra, y que aseguraban que pasaría lo mismo. La marea negra ha faltado a su cita habitual en la costa gallega de una por década, pero ha sido sustituida por una blanca, en principio mucho menos aparatosa y parece ser que menos nociva. Pero la reacción, tanto por parte de las autoridades como de la ciudadanía, es en esencia asombrosamente similar.

Los hechos desnudos son que uno de los miles de mercantes que pasan por delante de la costa gallega, el Toconao, perdió el 8 de diciembre, cuando todavía navegaba en aguas portuguesas, seis contenedores. Al menos uno de ellos contenía alrededor de un millar de sacos de 25 kilos de “pellets” de plástico. Los “pellets”, “nurdles” o “granza” (¡e incluso “lágrimas de sirena”!) son unos microplásticos que se utilizan como materia prima para, al fundirlos, producir todo tipo de elementos plásticos. Estos habían sido fabricados por la empresa polaca Bedeko Europe. La organización ecologista Noia Limpa alertó esa misma semana de que había detectado sacos flotando al sur de Fisterra. El día 13 aparecieron los primeros sacos. Fue en las playas de Santa Uxía de Ribeira, por si quieren ir identificando/bautizando la “zona cero”.

La primera norma de gestión de desastres en España, antes de delimitar el problema o su posible solución, es no verlo, negarlo. “Las playas están esplendorosas”, que había dicho un ministro al bajarse del helicóptero o “la rápida intervención de las autoridades españolas alejando el barco de las costas, hace que no temamos una catástrofe ecológica”, como dijo otro a pie de playa, cuando Muxía llevaba ocho horas teñida de negro. Aquí no ha habido naufragio alguno que retransmitir en directo ni helicópteros de salvamento al rescate, ni ruedas de prensa preñadas de calma tensa. Y, por lo tanto, no ha pasado nada. Hasta que, ya en 2024, más o menos el primer día hábil del año, empieza el tam-tam de las redes sociales: hay una marea blanca de plásticos y ninguna información oficial no ya de sus posibles consecuencias, sino de su mera existencia. Varias de las denuncias alcanzan cientos de miles de impactos en X, Instagram o........

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