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“Me gustaría que los israelíes entendieran que el sionismo es racismo”

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05.12.2024

Cualquier dictadura digna de ese nombre estaría orgullosa de la forma en que se desarrollaron las cosas en Israel el 10 de octubre de este año. Inmediatamente después de que un activista de derechas se enterara de que la película palestina Lyd –nombre árabe de la ciudad de Lod– se iba a proyectar en el Teatro Al Saraya, en Jaffa, y enviara un mensaje urgente, entre otros, al ministro de Cultura y Deportes, Miki Zohar, asegurando que aquello ponía en peligro la seguridad de Israel, el ministro se puso en marcha.

Zohar declaró que la película presenta una imagen “disparatada e insidiosa”, y pidió a la policía de Israel que impidiera la proyección. Los policías se apresuraron a obedecer, convocaron al director del teatro a una “charla de advertencia” y prohibieron el evento –porque “no se había enviado ninguna solicitud para obtener el permiso para exhibir la película” al Comité de Revisión Cinematográfica del país–. La guinda del pastel vino del ministro de Seguridad Nacional, Itamar Ben-Gvir, que escribió en X (antes Twitter): “Oigo los lamentos de la gente de izquierdas sobre la cancelación de la proyección de la película Lyd en un teatro de Jaffa. Tienen que entender que la ley es la ley, y que una orden es una orden”.

La proyección de Lyd, que pone el foco en la conquista por parte de Israel de la otrora próspera ciudad árabe durante la Guerra de Independencia, fue cancelada; el peligro claro y presente para la seguridad de Israel fue conjurado. Uno solo puede imaginar lo que habría ocurrido el 7 de octubre del año pasado si las autoridades se hubieran movilizado y hubieran entrado en acción con esa misma velocidad y eficacia. Sea como fuere, 14 organizaciones representantes de artistas, conmocionados por la intolerable facilidad con que se había prohibido el evento, instaron al fiscal general, Gali Baharav-Miara, a que aclarara al ministro de Cultura y a la policía que su trabajo no es interpretar contenidos culturales ni impedir su presentación en público. “El deber de la policía de Israel es proteger la libertad de expresión, no proteger a quienes buscan deteriorarla y anularla”, declararon los grupos.

Para entonces, Rami Younis, codirector de la película, ya se había embarcado en un vuelo hacia Estados Unidos, donde comenzaba una ronda de proyecciones internacionales de Lyd. Desde entonces ha estado yendo y viniendo entre ciudades estadounidenses, hablando con el público, describiendo cómo los policías de Israel se han convertido de repente en censores, y relatando cómo él mismo se ha convertido en un chivo expiatorio a quien persiguen habitualmente figuras de la derecha en Israel.

Como palestino residente y ciudadano de Israel, inflexible en la expresión de sus opiniones aun sabiendo que en el ínterin van a disgustar a muchos judíos, Younis está acostumbrado a los ataques, y sabe lo que se siente al ser silenciado. Si se mete en el buscador su nombre en hebreo, uno de los primeros resultados es “Conozca al denigrador –BDS [Boicot, Desinversiones y Sanciones, un movimiento político que defiende los derechos del pueblo palestino]”.

Precisamente porque Younis está acostumbrado a esas críticas afiladas, esperó más de un año antes de decidirse, junto con su codirectora judíoestadounidense, Sarah Ema Friedland, a organizar la exhibición de Lyd en Israel. El estreno mundial de la película fue en agosto de 2023, en el Festival Internacional de Cine de Ammán, donde consiguió dos premios; y justo cuando se suponía que se iba a presentar en Israel y en el mundo entero, el 7 de octubre fastidió todos los planes.

“Al principio de la guerra, proyectar una película como esta en Israel era literalmente jugarse el pellejo, así que nosotros nos autocensurábamos, solo por el miedo que teníamos por nuestra seguridad personal”, dice Younis en una entrevista en vídeo realizada este mismo mes desde una habitación de hotel en Massachusetts. “Al fin y al cabo, vivimos en un país en el que Ben-Gvir es ministro de Seguridad Nacional; así que nos limitamos a esperar y esperar, hasta que fue imposible seguir esperando”.

“La pesadilla en la que estamos no va a terminar, así que ¿qué hacemos?, ¿no proyectar la película? De modo que, cuando el Teatro Al Saraya nos dijo: ‘Queremos proyectarla’, estuvimos de acuerdo. Antes de eso habíamos hecho una proyección en Lod, de tapadillo, sin publicitarla. Somos conscientes de dónde vivimos, y de la atmósfera de macartismo y fascismo que nos rodea”.

Younis ya había visto cómo la policía prohibía en agosto la proyección, tanto en Haifa como en Jaffa, de la nueva película de Mohammad Bakri, Yenín Yenín 2, por miedo a “que perturbara el orden público”; la policía clausuró también la sucursal en Haifa del partido árabe-judío Hadash. Pero lo que sorprendió a Younis fue la decisión del ministro de Cultura de unirse a los extremistas de derechas en la exaltación antipalestina en torno a su película.

“Es una vergüenza que la provocadora e insidiosa película Lyd, que ha sido escrita y producida por activistas que apoyan el boicot contra Israel, se proyecte en el territorio del Estado”, escribió ese día Zohar. “La película, que presenta una imagen disparatada, falsa, según la cual los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel supuestamente perpetraron una brutal masacre, describe la expulsión de los palestinos de Lod y presenta un relato mentiroso en el que la ciudad supuestamente fue destruida por culpa del Estado de Israel, continúa calumniando a Israel y a los soldados de sus Fuerzas de Defensa”.

Unos días más tarde, en una entrevista con Channel 13 News, el ministro añadió que Lyd “es en realidad una película de poca calidad, una mentira sin fundamento, [caracterizada por] invenciones desconectadas de la realidad contra el pueblo judío, contra la nación de Israel, contra el Estado de Israel”.

Este mes, otra película sobre el conflicto entre israelíes y palestinos ha sufrido un tratamiento similar. El Comité de Revisión Cinematográfica del Ministerio de Cultura avisó a las salas del país de que no proyectaran 1948 –Remember, Remember Not–, de Neta Shoshani, resucitando con ello el uso de una ordenanza de la época del mandato británico que exigía un permiso de proyección, como instrumento que posibilitaba la censura de filmes controvertidos.

Sin el vigoroso ataque del ministro Zohar y la prohibición impuesta por la policía al pequeño teatro de Jaffa, es probable que muchos nunca hubieran sabido de la película

Como ocurre a menudo con Younis, la ofensiva lanzada contra su película produjo los resultados opuestos. “Qué gran regalo de relaciones públicas me están dando”, dice él, con una sonrisa. “Quiero aprovechar bien esta plataforma para agradecérselo a quienes lo han hecho”.

Sarcasmos aparte, Younis tiene razón. Sin el vigoroso ataque del ministro Zohar y la prohibición impuesta por la policía al pequeño teatro de Jaffa, es probable que muchos nunca hubieran sabido de la película. Pero la prohibición de proyectarla, emitida de forma impulsiva –sin que ninguno de los autoproclamados censores se hubiera molestado en ver la película–, la elevó a los titulares de la noche a la mañana, tanto en Israel como en otros países, donde se ha estado proyectando en salas llenas. Porque ¿quién no querría ver una película tan peligrosa, una bomba cinematográfica a punto de estallar, una creación que ha logrado estresar a un ministro israelí hasta el punto de hacerle emprender una acción tan poco meditada?

Younis: “Tenía una premonición sobre lo que iba a ocurrir; lo que no sabía es que Miki Zohar fuera a copiar y pegar aquel mensaje de un activista de derechas. Me regaló una publicidad tremenda. Pero el hecho de que la policía obedezca a un ministro porque sencillamente no le gusta algo y decide cancelarlo, eso es una locura. El resultado es que en la comunidad internacional muchos se están dando cuenta ahora de lo que estamos pasando, están viendo dónde vivimos y comprendiendo que las personas tienen miedo de esta película. ¿Y por qué? Solo porque se atreve a imaginar una situación en la que todos somos iguales y libres”.

Lyd es un trabajo híbrido, en el que se entretejen documental y fantasía. Cuenta la historia de la ciudad de Lod, en el Distrito Central de Israel, por medio de una combinación de grabaciones de archivo y entrevistas, tanto históricas como nuevas, con animaciones que crean una forma alternativa de realidad. La parte documental se centra en la bulliciosa Lod de antes de 1948, y en el golpe mortal que sufrió en la Nakba –es decir, durante la Guerra Israelí de Independencia de 1947-1949, cuando más de 700.000 árabes del país huyeron o fueron expulsados de sus casas–. La masacre que los soldados del naciente ejército presuntamente perpetraron contra los........

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