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Los adolescentes, la soledad y el espejo negro de internet

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04.10.2024

“En el caso de la mayoría de los padres con los que hablo, lo que subyace es una preocupación de que está ocurriendo algo antinatural, y que a sus hijos les está faltando algo –casi todo, en realidad– a medida que acumulan horas online. Pero a veces lo que me cuentan es más aciago. Sienten que los han perdido”.

Puede que esas líneas resulten demasiado alarmistas para algunos. Las firma el psicólogo estadounidense Jonathan Haidt en los primeros compases de su más reciente libro, La generación ansiosa. Y las nutre, amplía y sostiene a través de un análisis demoledor, tanto en números como en argumentos, para responder a esta pregunta: “¿Por qué se produjo un aumento internacional sincronizado en las tasas de ansiedad y depresión en adolescentes a principios de la década de 2010?”.

Mediante un riguroso cruce de datos, lo que las cifras arrojan es “un repunte muy brusco y acusado de episodios depresivos fuertes a partir de 2012 más o menos”, cuando la depresión “se volvió 2,5 veces más frecuente”, sin distinción de sexo, raza ni clase social. Entre los adolescentes (13-19 años) estadounidenses, la “depresión grave” aumentó nada menos que un 145% desde 2010 en chicas y un 161% en chicos, según datos de una cuestación anual del gobierno en centros educativos. Pero la tendencia se da en todas las franjas de edad, siendo cada vez menor, aunque constante y muy alta, conforme los consultantes ganan en madurez (aumento del 92% entre los de 18 a 25 años; del 62% entre los de 26 a 34…).

Lo mismo se observa en otros trastornos, con especial virulencia en diagnósticos de anorexia, duplicados entre 2010 y 2020 en EEUU. La tasa de autolesiones en chicas adolescentes casi se triplicó en ese mismo periodo y también aumentó en los varones. Para 2023, y según una amplia investigación realizada entre estudiantes universitarios norteamericanos (es decir, aquellos que habían vivido la pubertad a lo largo de la década anterior), el 37% afirmaron sentirse ansiosos “siempre” o “la mayor parte del tiempo”. Otro 31% aseguraba sentir ansiedad “casi la mitad del tiempo”. Es decir: casi siete de cada diez viven con los nervios de punta de manera cotidiana.

Los datos oficiales referidos a España vienen a coincidir con lo señalado por Haidt. El informe Evolución del suicidio en España en población infanto-juvenil, del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Universidad Complutense), refleja una caída casi constante de casos desde antes del año 2000… hasta que algo sucede, pasado el año 2010, que hace que la curva tome la dinámica opuesta, con un repunte aún mayor tras el año 2020, atribuido a las consecuencias psíquicas de la crisis del covid. Pero cabe subrayar que la tendencia ya venía al alza en los años previos. Exactamente desde el punto en que Haidt observa el quiebre, tanto en Estados Unidos como en Reino Unido, Canadá, los países nórdicos y un largo etcétera.

En España el suicidio es la primera causa de muerte en jóvenes de entre 12 y 29 años

En España el suicidio es la primera causa de muerte en jóvenes de entre 12 y 29 años. En 2021 se registraron 336 en esa horquilla (junto con dos casos de niños menores de 12 años). El 71,2% eran varones. Algo habitual, porque la cifra de hombres que se quitan la vida siempre es notablemente mayor que la de mujeres en todo el mundo. Sin embargo, y esto es importante, las cifras se igualan mucho al ceñirnos a la franja de entre 12 y 17 años, en la que el 55,4% de suicidios de ese año fueron de chicos y el 44,6% de chicas. Por su parte, el Observatorio del Suicidio en España señala en su último informe que en 2022 hubo un aumento más que notable de casos entre adolescentes de 15 a 19 años: “Si en 2021 hubo 53 (28 chicos y 25 chicas), en 2022 fueron 75 (44 y 31)”. [Las cifras definitivas de 2023 no se podrán fijar hasta finales de este año].

El espejo deformante de la pantalla

Hay que tener presente que no existe un ser humano igual que otro, y que, como señalan los expertos, no puede atribuirse algo tan definitivo como el suicidio a una sola causa, sobre todo porque la psique sigue siendo en su mayor parte un misterio. Sí podemos hablar de detonantes, de situaciones –crisis internas, pérdida de seres queridos, despidos, separaciones amorosas…– que pueden empujarnos a estados de desesperación sostenida, sin salida aparente.

No puede atribuirse el suicidio a una sola causa

Más allá de esto, para Jonathan Haidt todas las cifras expuestas arriba guardan una correlación directa con el abuso de internet; lo que él denomina “la Gran Reconfiguración de la infancia”, y que él fija en el periodo entre 2010 y 2015: “Los patrones sociales, los modelos de conducta, las emociones, la actividad física e incluso los patrones de sueño de los adolescentes experimentaron una reestructuración radical en el transcurso de sólo cinco años. La vida cotidiana, la conciencia y las relaciones sociales de los niños de 13 años que tenían un iPhone en 2013 (y que nacieron en 2000) eran profundamente distintas respecto a las de los niños de 13 años con teléfonos móviles........

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