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Las fosas comunes del valle de la rebeldía

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02.10.2024

No puedo ni tan siquiera comenzar a imaginar qué fue lo que pasó por la cabeza y, sobre todo, por el corazón y el cuerpo de Jacinto, cartero de La Sauceda, cuando la aviación franquista comenzó a bombardear su aldea, el 31 de octubre del año 1936. Probablemente miedo. No sólo por él, sino por el destino de su compañera, de sus hijos pequeños, de sus vecinas y de los más de 2.000 habitantes y refugiados que durante aquellos meses compartieron vida e ilusiones en el lugar. Rabia, seguro. Por lo que suponía la inminente destrucción del reducto más importante de la resistencia antifascista de la provincia de Cádiz ante la sublevación militar golpista contra el gobierno de la República. No obstante, ya antes de aquellos años de represión, masacres y ensañamiento, en los que se sentaron las bases de lo que sería la dictadura criminal de Franco, La Sauceda, un área rural de doce núcleos poblacionales diseminados en el Parque Natural de los Alcornocales, era un lugar especial.

Cervantes lo menciona en El coloquio de los perros (1613) como “la flor de los bravos de Andalucía”, donde atribuye a Juan Valladares Sarmiento, consejero real de Felipe II, la destrucción de La Sauceda en el siglo XVII. A tenor de las referencias bibliográficas, todo apunta a que la zona se convirtió en un lugar de resistencia para los moriscos perseguidos. De la misma manera, en La vida del escudero Marcos de Obregón (1618), Vicente Espinel volvía a referirse al lugar como un símbolo de rebeldía, refugio de moriscos, gitanos y bandoleros que no quisieron someterse al monarca. El imaginario cultural del momento sobre La Sauceda quedó fijado por medio de estos artefactos literarios en un atmósfera que, apuntando a una realidad histórica notable, cristalizó de forma estereotipada. Espinel atribuía a la gente de la zona una caricaturizada tendencia a los peores delitos y transgresiones, al mismo tiempo que insinuaba la razón por la cual siempre fue un territorio “repleto de ansias de liberación”, como escribe Juan Pino en su libro Nubes en el corazón. Un viaje a través del paisaje y la memoria del Parque Natural de los Alcornocales (2004). “Fuime a la Sauceda de Ronda, donde hay lugares y soledades tan remotas, que puede un hombre vivir muchos años sin ser visto ni encontrado si él no quiere”, escribiría Espinel.

El enclave, actualmente dedicado al turismo rural, pertenece a Cortes de la Frontera, provincia de Málaga, pero geográficamente colinda con los municipios gaditanos de Jimena, Ubrique, Alcalá de los Gazules y Jerez. Hoy, su área recreativa consta de 25 o 30 refugios rurales de piedra, construidos sobre las ruinas en las que, antes de noviembre del 36, se encontraban las chozas de sus vecinos y vecinas. Un pozo, unas barbacoas y los restos de la ermita semidestruida en los bombardeos, que comenzó a ser rehabilitada en 2022, coronan el espacio, en el que no existe ninguna mención a........

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