“La romantización del campo es una idea que los fascistas exprimieron bien”
Brigitte Vasallo (Barcelona, 1973) se dedica a la escritura y la investigación, aunque ha hecho muchas otras cosas. Actualmente se encuentra inmersa en un gran proyecto sobre la memoria de la diáspora rural que inició a partir de su propia experiencia, pues su familia emigró de la aldea gallega de Chandrexa de Queixa en los años sesenta. Busca, entre otras cosas, ejercer una “venganza poética” por “un daño que no es reparable”.
El Tríptico del Silencio está compuesto por tres libros que, con la ayuda de la figura mitológica de Ariadna, proponen un relato de este éxodo. Uno está escrito mayoritariamente en gallego (Á intemperie), otro mayoritariamente en catalán (La condició txarnega) y otro mayoritariamente en castellano (El exilio sin nombre), aunque todos conservan algunos testimonios en el idioma original en el que le fueron transmitidos a Vasallo, para tratar de provocar a las lectoras la “extrañeza” lingüística propia de la diáspora. Lo que se cuenta en los tres libros es parecido, pero no es lo mismo. “Son piezas de conocimiento situado en ese puzle que imagino siempre cuando pienso en el conocimiento”, dice Vasallo.
¿Piensa que, de alguna manera, se ha ocultado o se ha silenciado esta parte de la historia de España, la que tiene que ver con el éxodo rural? ¿O que se ha impuesto un relato falso?
Sí. Creo que han coincidido dos factores clave. Uno es la desmemoria intencional que hay en el Estado español sobre un periodo largo de nuestra historia. Que tiene que ver, lo sabemos, con la Guerra Civil, con toda la dictadura y luego con la Transición. Y ese es el periodo en que sucede este desmantelamiento de las sociedades rurales precapitalistas.
“Nos han querido vender que lo nuestro no fue una migración y no fue forzada”
Pero en nuestro caso, además, se nos cae encima un relato que nos ha explicado que lo nuestro no fue una migración y no fue forzada, como son las migraciones, sino que fue un proceso evolutivo natural e incluso beneficioso para nosotras, porque éramos esa especie de bestias, como aún nos llaman las películas de algunos directores madrileños. Aún somos ese infraser humano que necesitaba ser civilizado de la mano del progreso capitalista y de las formas urbanas. Esa forma de silencio no es pequeña porque nos ha cargado primero de vergüenza y luego de la sensación de que ahí no había nada que estudiar, nada que recuperar. Incluso nos ha cargado con otra cosa, con la sensación de que para poder hacer nuestra memoria necesitamos un mundo idílico que reivindicar. Yo no estoy buscando un mundo idílico anterior al desastre del presente. Lo que estoy buscando es nuestra historia, con todas las luces y con todas las sombras. No necesito que sea perfecta. Necesito que sea la nuestra.
Define ese campo español previo a los años cincuenta como precapitalista. ¿En qué sentido?
En el sentido estricto, en el sentido técnico de la palabra. Hablamos de un campo con una economía de autosubsistencia. No en todas partes. Pero, por ejemplo, en la zona de la que yo vengo en Galicia se habla de una economía dual. No estábamos en el feudalismo, pero tampoco estábamos en el capitalismo y había una forma de economía de subsistencia con terrenos comunitarios, que aún existe, eso aún no pertenece al mundo capitalista. Los embates contra este mundo rural en Europa empiezan en el siglo XVI y ahora estamos viendo las últimas batallas. Es un proceso de muchos siglos al que se nos va contando que no ha habido resistencias. Pero no es cierto. Cuando rascas las resistencias están ahí. Y me parece muy importante guardar registro de ellas, entregarlas al futuro de alguna forma.
“Si hablamos del contexto andaluz, seguramente estamos hablando de unas estructuras semejantes al feudalismo”
Es que las referencias que tengo yo de esa época muy precapitalistas no parecen…
Precapitalista no quiere decir que no sea feudal. Si hablamos del contexto andaluz, seguramente estamos hablando de unas estructuras semejantes al feudalismo.
¿Qué le lleva a iniciar todo este proceso de investigación, que incluye volver a Galicia, como cuenta en el libro?
Me lleva la pregunta sobre quién soy en términos de pertenencia nacional, sabiendo que en Cataluña ha sido una pregunta muy intensa en los últimos años y que siempre ha sido contestada desde lugares fijos y afirmativos, que no dejaba espacio para las identidades en diáspora. Yo, como hija de gallegas, he necesitado preguntarme: “¿Quién soy? ¿Por qué soy catalana? ¿Cómo he acabado metida en este follón?”
He........
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