Despute total – II
O, para los más “educaditos”: anomia institucional absoluta. Es lo que nuestro pobre país viene padeciendo con más fuerza desde la década anterior, producto –entre sus causas principales– del populismo que se ha ensañado con el destino del soberano; aunque hay que también admitirlo, con su permiso o por lo menos ingenuidad de gran parte de quienes en su momento creyeron y/o toleraron al trucho mesías que le metía no más, serialmente. Ahí tenemos a la vista su resultado.
No es que constituya un formidable descubrimiento el recordar que los países y especialmente sus ciudadanos, prosperan a partir del fortalecimiento de sus instituciones; aunque incluso existen quienes sostienen que las instituciones o mejor, la institucionalidad es la condición necesaria pero no suficiente, siendo además imprescindible el florecimiento de las ideas, sobre la libertad, para emprender, para producir, para autocriticarse, pero también para propender hacia altos estándares morales y especialmente, para jamás tolerar a ningún “salvador” que ponga bajo sus botas, chancletas o zapatos a las Constituciones, a las Leyes, a las instituciones o personas. Bien lo sentenció Marco Tulio Cicerón: “El buen ciudadano es aquel que no puede tolerar en su patria un poder que pretende hacerse superior........
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