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Davos: 'La Montaña mágica' de Thomas Mann

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28.01.2024

El presidente argentino Javier Milei emprendió el 10 de diciembre pasado su primer viaje al exterior desde su toma del trono no monetario para llegar a la Suiza de los bancos y de altas montañas. Viajó a Davos a la Conferencia de Davos en la reunión anual del Foro Económico Mundial, (WEF, por sus siglas en inglés), una organización supuestamente independiente y sin ánimo de lucro dedicada a la cooperación público-privada. La sede central está en Ginebra, la institución trata de involucrar a los líderes políticos, empresariales, culturales, etc., del mundo capitalista y dependientes.

El alemán es la lengua principal para más del 60% de la población de Suiza. En realidad se trata de una mezcla de dialectos alemánicos que se subsumen bajo el término general de suizo-alemán. El francés es el idioma principal en la Romandía, la Suiza francófona. Y el tercer idioma es el italiano.

El mundo que vivimos no es el del siglo XIX, ni el del siglo XX y la guerra de Ucrania es la primera guerra europea del siglo XXI y no podemos pensar en viejas categorías para entender ni sus orígenes ni sus posibles consecuencias. Las alianzas mundiales han cambiado: la Unión Europea, Estados Unidos e Inglaterra buscan mantener su prestigio y sus poderes ya capitidisminuidos. China tiene actualmente un papel determinante y las élites dominantes en países como India, Indonesia, Brasil, Sudáfrica, Arabia Saudí o Emiratos Árabes conspiran y aspiran a dominios regionales, consideran que una posición no alineada con los rusos o los americanos o los chinos servirá mejor a sus intereses nacionales. Al mismo tiempo, las sanciones económicas de unos pocos imperio-occidentalistas se ven obligados a consentir y convivir con mercados interdependientes de materias primas, energía o tecnológicos.

Thomas Mann nació el 6 de junio de 1875 en Lübeck, Alemania. Hijo de una rica familia de comerciantes, recibió una educación elevada. Pero con la muerte de su padre, no pudo terminar su educación superior. Tuvo que dejar la universidad en 1891, se trasladó con su familia a Múnich, entonces centro de arte y literatura de Alemania, donde vivió hasta mediados de la década iniciada en 1930, cuando Adolf Hitler ascendía al poder.

En 1905 se casó con Katja Pringsheim, su inseparable compañera de vida. Psicológicamente, después de un tiempo, sentiría un vacío que reflejó su dolor y sensación de limitación y aprisionamiento en historias y personajes que reflejaban la decadencia. Su famosa novela Muerte en Venecia, de 1913, cuenta la historia de un artista que huye de su estilo de vida “degenerado” y se va a Italia en busca del amor, que resulta homosexual. Muchos años después, en 1971, fue adaptada con gran éxito como película por el director italiano Luchino Visconti. Fue candidata al Oscar al mejor vestuario. Era una reflexión estético-filosófica sobre la pérdida de la juventud y de la vida, encarnadas en el joven personaje de Tadzio, y el final de una era representada en la figura del protagonista.

Pero mucho antes del reconocimiento mundial de su obra literaria y de la citada película, el estallido de la Primera Guerra Mundial despertó en Mann un encendido patriotismo y la conciencia de compromiso social como artista. Su hermano Heinrich Mann, por el contrario, fue uno de los pocos autores alemanes que cuestionó los objetivos de guerra de la imperial Alemania, y su crítica al autoritarismo alemán provocó que los hermanos se enfrentaran. En 1918, Thomas Mann publicó un tratado político, Reflejos de un hombre no político, en el que se expresa su apoyo al autoritarismo. Esta obra pertenece a la tradición del conservadurismo revolucionario que sigue a los pensadores nacionalistas y antidemocráticos alemanes del siglo XIX, Paul Anton de Lagarde y Houston Stewart Chamberlain, un apóstol de la superioridad de la “raza germánica”. Más tarde, Mann, escarmentado por las acciones y opiniones de los conservadores y del nazismo repudiaría firmemente de aquellas ideas.

Su nuevo pensamiento político daría lugar a nuevas reflexiones que aparecerían en su novela La montaña mágica (1924), una de las obras más influyentes de la literatura alemana del siglo XX. Dos de los personajes centrales de la novela encarnan la crisis de la Europa posterior a la Guerra Mundial Primera y preludio de la Segunda: por un lado, el liberal Settembrini, quien defiende con ardor el progreso, el desarrollo de la ciencia, el progreso material, y en general los ideales de la Revolución Francesa de libertad, igualdad y fraternidad; y por otro, el jesuita Naphta, su fanático oponente, quien se burla de tales ideales, sosteniendo que el gran drama de Occidente está en haberse extraviado del camino que trazó la Iglesia Católica a través de los siglos, dado que dicho camino brindaba certidumbre espiritual a la humanidad. Puede decirse que: “El duelo entre Settembrini y Naphta es un síntoma de la excitación nerviosa y política que precedió a la I Guerra Mundial, así como una de las premoniciones de una catástrofe cercana”.

Mann utiliza a Settembrini y a Naphta como personificaciones del estado anímico imperante, consciente o inconscientemente, en Europa, los jóvenes personajes Hans Canstorp y Joachim Ziemssen dramatizan el impacto del choque antagónico de las concepciones de los viejos Settembrini y Naphta: lejos de ser simples observadores o testigos mudos de dicha frontación, se ven empujados a tomar partido, o en todo caso a indagar cuál de los dos tiene razón, cuestión en relación estrecha con su forma de apreciar el mundo y la vida. En este aspecto resalta el carácter de “Bildungsroman” (novela educativa) de La Montaña Mágica.

En 1929 Thomas Mann ganó el Premio Nobel de........

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