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Milei: el liberalismo como pose

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18.03.2024

Dos grandes rutas ideológicas modernas nacieron como resultado de las convulsiones de fines del siglo XVIII, tanto en Estados Unidos como en Francia. El liberalismo -que maduró más rápido- y el socialismo -que finalmente adoptó su forma consolidada un siglo después-.

Ambas ideologías tienen en común una tesis sobre el cambio social, sobre su carácter necesario, inevitable y planificable. Los liberales son gradualistas bajo este punto. Los socialistas aceptan la tesis de la revolución, es decir, asumen que es viable avanzar en el cambio sin gradualidad, sino más bien con rasgos de alta aplicación de energía disruptiva.

El liberalismo no es solo un actor en la escena. En la práctica, la teoría política y del Estado que nos fundamenta como civilización occidental, con nuestro concepto de democracia y derechos humanos, proviene de ese liberalismo. La idea de democracia representativa es la solución liberal. Y todo ello se ha convertido en visión dominante en nuestras sociedades.

Los conservadores

Los grandes opositores de estas ideologías (al liberalismo y al socialismo) fueron los conservadores. Para ellos, el cambio es un mal.

Pero hubo un momento en que surge una comprensión nueva: la idea del reformismo limitado de Edmund Burke, quien comprendió que el aumento de la temperatura del conflicto en el marco liberal producía una deriva socialista y revolucionaria.

Brillantemente, Burke explicita la tesis gatopardista (cambiar todo para que nada cambie). Pero lo hace desde una mirada sofisticadísima, una especie de teoría del tiempo.

Él es un conservador que piensa que “si no es necesario cambiar, es necesario no cambiar”. Pero al mismo tiempo cree que “no podemos luchar contra el futuro. El tiempo está de su parte”. Es decir, comprender el flujo del tiempo y de la historia es clave. Mantener el orden es el objetivo, no el método.

El conservadurismo no debe ser una conducta, sino el espíritu del tiempo. Por eso dice: “un gran educador: el tiempo”. El conservador debe saber actuar, debe dirigir su acción con inteligencia y debe comprender que la libertad es el único mecanismo para sostener la sociedad lejos del libertinaje y la anarquía.

Por eso, cambiar es algo que debe hacerse cuando es una necesidad: “nadie comete error mayor que aquel que no hace nada porque solo puede hacer poco”.

El brillante giro de Burke permitió llevar la libertad como valor a terreno propio de los conservadores. Desde entonces, no es raro, de hecho es común, escuchar a los conservadores decirse liberales; mientras acusan de socialistas a los que defienden los valores liberales. Esto no es nuevo.

En “Cien años de soledad” Gabriel García Márquez ironizaba en que la única diferencia entre los conservadores y los liberales (en Macondo) era que unos iban a la misa de siete y los otros a la misa de ocho.

Milei y la apropiación liberal

La historia del liberalismo está repleta de convocatorias forzosas y secuestros intelectuales. Su éxito y su muy amplio rango de operación conceptual han permitido decirse liberal sin serlo y desdecirse liberal siéndolo.

La exitosa aparición de Javier Milei en el escenario político regional y mundial nos muestra un camino nuevo de la misma apropiación liberal.

El ultraliberalismo de mercado evidentemente tiene poco que ver con el........

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